Sangre en el agua

En 1956, durante las Olimpiadas de Melbourne se jugó, lo que ha sido, el encuentro más famoso de la historia del polo acuático. Se trató del mach entre Hungría y la URSS, conocido como “Blood in the Water” ocurrido durante la revuelta húngara salvajemente reprimida por fuerzas militares soviéticas.

Cuando el equipo de polo acuático de Hungría partió a Australia, en octubre del 56, comenzaba una protesta estudiantil que tomaría el control del país. Miles de personas salieron a las calles a celebrar una frágil y temporal libertad del férreo control soviético.

los problemas en Hungría comenzaron en octubre, cuando miles de ciudadanos húngaros tomaron las calles para protestar, comenzando así, el llamado periodo de “desestalinización”. Demandaban, entre otras cosas, que se instaurase un sistema de gobierno democrático y libertad de la opresión que vivían por parte de los soviéticos.

A su llegada a Melbourne, la selección húngara se enteraría de la brutal represión soviética sobre su pueblo, realizada con más de 100 mil hombres, tanques y aviones. Unas 3000 personas morirían en las protestas y otras 2000 serían ejecutadas en los meses siguientes.

El destino haría que húngaros y soviéticos se encontraran en la semifinal de polo acuático, en un partido muy agresivo, que llevaba la violencia de la política a la piscina. Faltando un minuto para el final, los húngaros ganaban 4 x 0, cuando la estrella del equipo, Zador recibió un golpe en la ceja que haría que la piscina se manchara de sangre. Fue la gota que derramó el vaso. El encuentro debió ser suspendido, otorgando la victoria a Hungría. Días después, ganarían la medalla de oro en la final contra Yugoslavia.

Más de la mitad del equipo desertaría luego y serían recibidos en USA como asilados. En 2006, se celebró el 50 aniversario de la fallida revolución húngara. Quentin Tarantino realizaría un documental sobre la historia, titulado Freedom’s Fury.

En film se encontrarían, luego de 50 años, algunos de los jugadores de ambos equipos y relatarían las tensiones del momento en un gesto de reconciliación. Algo que deja ver la historia contada es que el totalitarismo victimizaba a todos, soviéticos y húngaros, cada uno presionado por su situación.

Tarantino lo describió como “la mejor historia jamás contada”. El documental fue narrado por Mark Spitz, ganador de nueve medallas olímpicas, quién había sido entrenado por Zador.

 

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