Si la filosofía es el conjunto de razonamientos lógicos sobre conceptos abstractos que tratan de explicar las causas y fines de la verdad, la realidad, las experiencias y la existencia; podríamos pensar que también existe una filosofía de la seguridad, que se preocupa por entenderse a sí misma y estudiar las posibilidades de lograr sus propósitos; es decir, procurar sociedades libres de amenazas, a través de acciones ética, política y legalmente justificables.
Pudiésemos empezar por señalar que la seguridad se refiere a la condición de estar protegidos de amenazas y riesgos; sin embargo, hoy ese concepto se queda muy corto. La seguridad va mucho más allá, y así como la salud no se puede definir como ausencia de enfermedades; estar seguros es más que estar libres de amenazas (Sobre esto he escrito mucho en mis textos sobre Seguridad Positiva).
En las definiciones sobre Seguridad Humana se establece que el fin de toda seguridad es contribuir en la generación de condiciones para que los ciudadanos puedan desarrollar sus potencialidades con libertad y sin más limitaciones que el derecho de otros a lograr sus aspiraciones. En tal sentido, en una filosofía de la seguridad habría que discutir sobre si realmente la libertad y la seguridad son antagónicas, y si la seguridad, para lograr sus fines, entra en conflicto con los derechos humanos.
En todo caso, una filosofía de la seguridad, además de la libertad y los derechos humanos, hoy debería sentar las bases en temas tales como; la construcción de certezas, la generación de entornos predecibles y la identificación de riesgos líquidos. Sin embargo, para llegar a este nivel necesitamos profundizar más en el análisis de la naturaleza de las amenazas y comprender mejor el concepto de riesgo tolerable.
Como lo he mencionado en oportunidades anteriores, nuestras sociedades posmodernas han producido riesgos de dimensiones muy superiores a las capacidades que tenemos de mitigarlos; por tanto, hemos entrado en una época compleja de riesgos crecientes, donde la mayoría son aun irreconocibles, o tienen el poder de seducirnos, mientras van debilitando las defensas que pudiesen combatirlos.
Otros espacios, quizás más prácticos, pero con un trasfondo filosófico, en los que la seguridad tendría mucho que aportar son, por ejemplo; el derecho a la privacidad, el uso democrático de los espacios públicos, el derecho de acceso a servicios básicos, la formulación de políticas para la prevención del delito, el porte de armas de fuego y la identificación de riesgos emergentes.
Si de verdad pretendemos construir sociedades y organizaciones seguras necesitamos escalar el nivel del debate. Esto no significa que dejemos de ocuparnos de los aspectos tácticos y operativos que son vitales, pero no podemos quedarnos allí, pues las amenazas emergentes han demostrado la facilidad con la que sobrepasan nuestras capacidades actuales para protegernos. Trascender este umbral requiere, por tanto, una forma de generar consciencia del riesgo, y es precisamente allí, donde una filosofía de la seguridad es indispensable.
Vivir en una sociedad del riesgo implica ser conscientes de las amenazas y estar preparados para hacer frente a ellas. La tecnología, la comunidad, la educación y la preparación son algunas de las herramientas que podemos utilizar para vivir más seguros en este entorno cambiante, pero estas no son piezas sueltas en el universo de tareas que debemos desarrollar, requerimos uno o varios sistemas en los cuales, lógica y coherentemente, darles marco razonable a los conceptos abstractos y comenzar a generar soluciones que nos hagan más proactivos y resilientes.
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