Aníbal el general Cartaginés comandante en jefe a los 25 años de edad

Aníbal y los romanos – Historia del Espionaje – Capítulo 7

No fue hasta la Primera Guerra Púnica en el 264 a.C. contra la potencia rival de Cartago que los romanos tuvieron alguna estructura de Inteligencia y espionaje realmente organizada. En la larga historia previa de Roma, de casi 500 años desde su fundación, los líderes y gobernantes de la Ciudad habían dependido de sus videntes, adivinos y dioses para tomar decisiones, tanto en la guerra como en la paz.

El desafío más grande para los romanos, en parte por la falta de servicios de espionaje, surgió en el 218 a.C. con el inicio de la Segunda Guerra Púnica, cuando los ejércitos cartaginenses le significaron a Roma grandes pérdidas, no sólo debido a la voluntad de combate de Cartago, sino a las capacidades estratégicas de Aníbal su líder máximo. Aunque en 202 a.C. Cartago terminó perdiendo la guerra, todavía hoy se estudian las batallas del lago Trasimeno y la de Cannas como fundamentales en la estrategia militar y la inteligencia de Aníbal.

Hasta ese momento, ningún otro general de la antigüedad había mostrado tantos talentos como Aníbal, no sólo el campo de batalla, sino en la planificación de la guerra. Desde los nueve años, Aníbal había vivido entre las tropas del ejército, y ya a la edad de 25, se había convertido en su comandante en jefe. Había aprendido la importancia de estar muy bien informado sobre la moral de sus propias tropas. Usualmente caminaba disfrazado entre la gente de sus campamentos con el fin de sentir el ánimo de los soldados y escuchar lo que decían de él y del enemigo.

Otra técnica que Aníbal utilizó fue la de enviar exploradores y patrullas de reconocimiento para obtener información sobre el terreno y las fuerzas enemigas. Estas patrullas a menudo se disfrazaban y se camuflaban para evitar ser detectadas por los romanos. Además, Aníbal utilizó la propaganda y la desinformación como tácticas de espionaje. Por ejemplo, a menudo hacía circular rumores falsos sobre sus planes y movimientos para engañar a los romanos y hacer que desviaran sus fuerzas a áreas equivocadas. También hizo uso de la propaganda para tratar de dividir a sus enemigos y hacer que algunos de los aliados romanos cambiaran de bando.

Aníbal no era creyente de los oráculos ni videntes, como lo eran los romanos. En una oportunidad, el rey de Bitinia (actualmente Turquía) requirió su consejo su sobre si atacaba o no a un enemigo, pues los sacerdotes bitinios habían leído en el hígado de un becerro sacrificado que sería un gran error ir al combate. Frente a la consulta, Aníbal respondió con desdén,

” ¿Tú prefieres creerle a un pedazo de carne de becerro que a la experiencia de un general?”

No existe registro histórico alguno de generales romanos que mostraran tal nivel de escepticismo frente a las artes adivinatorias de sacerdotes y oráculos.

La batalla de Cannas tuvo lugar el 2 de agosto del año 216 a. C. y terminó con la victoria del ejército cartaginés, a pesar de su acusada inferioridad numérica. Aníbal utilizó una táctica de tenaza. Al colocar a la infantería, en la que confiaba menos, en el centro, con los flancos compuestos de caballería cartaginesa, sus líneas fueron adoptando una forma de luna creciente, haciendo avanzar a sus tropas veteranas de los laterales. En el momento álgido de la batalla, las tropas cartaginesas del centro de la formación se retiraron ante el avance de los romanos y, al avanzar estos, se encontraron sin darse cuenta dentro de un largo arco de enemigos que les rodeaban. Atacados desde todos los flancos y sin vía de escape, el ejército romano fue destruido. Se estima que unos 70 000 romanos murieron o fueron capturados en Cannas, incluyendo al cónsul Lucio Emilio Paulo y a ochenta senadores romanos.

Inclusive después de Cannas, los generales romanos parecían más preocupados por interpretar espíritus y designios de los dioses que por mejorar su aparato de inteligencia. El senado romano solicitó orientación a los Libros Sibilinos, una colección de predicciones oraculares escritas en griego, adquiridas por Tarquinio el Soberbio, último rey de Roma. Los romanos sabían, sin embargo, que necesitarían mucha información para vencer a Cartago y que los videntes y mensajes de los dioses serían de poca ayuda.

Fue así como los generales romanos decidieron obtener información del enemigo a través de la captura de prisioneros y desertores. Los prisioneros eran interrogados y se les preguntaba sobre las tropas, su número, su ubicación y sus planes. Los desertores, por otro lado, eran una fuente aún más valiosa de información, ya que podían proporcionar datos más precisos sobre la disposición de las tropas, los planes y las tácticas de combate.

Además, los romanos utilizaron espías para infiltrarse en las filas enemigas y obtener información de primera mano. Estos espías se hacían pasar por desertores o mercenarios y se mezclaban con las tropas enemigas para recopilar información. Algunos incluso se disfrazaban como soldados enemigos y se unían a sus filas. Otra técnica utilizada por los romanos fue la interceptación de mensajes. Los romanos sabían que los cartagineses utilizaban palomas mensajeras para comunicarse, por lo que capturaban estas palomas y leían los mensajes que llevaban.

Igualmente, se utilizaban exploradores para observar los movimientos del enemigo desde una distancia segura y así poder informar sobre el número de tropas y sus movimientos. Los romanos aprendieron de Inteligencia militar para estudiar las fortificaciones y las rutas de acceso, lo que les permitía planificar mejor sus propias estrategias. Otra técnica utilizada por los romanos fue la recolección de información a través de los contactos comerciales. Roma contaba con una amplia red comercial que se extendía por todo el Mediterráneo, lo que les permitía datos valiosos sobre las intenciones del enemigo.

Luego de la derrota a los cartagineses, Roma se erigió como la superpotencia del Mediterráneo. Sin embargo, y a pesar de la expansión romana sobre la geografía del mundo antiguo, no contaban con servicios extraterritoriales de Inteligencia. No fue hasta la llegada al poder de Julio César, a mediados del primer siglo a.C. que el espionaje cobró una importancia clave en lo que serían los dominios del futuro imperio romano.

@seguritips

 

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

dieciocho + 20 =