El torturador de Stalin

Se llamaba Lavrenti Beria. Fue el jefe de la policía de Stalin y durante 15 años torturó, violó y asesinó a decenas de miles de enemigos del comunismo soviético, además estuvo a cargo de varias purgas en contra del Ejército Rojo. Stalin lo llamaba “cariñosamente”: Nuestro Himmler.

Su carrera en la NKVD fue tan abominable que, a la muerte de Stalin en 1953, el propio mariscal Zhukov, héroe de la Segunda Guerra asumió personalmente su juicio y su ejecución. Los sucesores de Beria intentaron borrar su nombre de los registros con el propósito de sepultar la oscura historia de los años de Stalin.

Beria fue responsable de la masacre de Katyn en 1940, donde 22 mil polacos fueron ejecutados en la toma rusa de Polonia al comienzo de la guerra, que según Stalin eran considerados como una amenaza para la Unión Soviética. Fue Gorbachov a finales de los 80, quien terminó reconociendo la autoría soviética de esta matanza.

El esbirro de Stalin también se encargó de los batallones de la NKVD que acompañaban al Ejército Rojo durante la guerra. Si algún soldado decidía desertar, irse a la retaguardia durante las batallas, o no mostraba suficiente patriotismo era asesinado de inmediato por los colegas de Beria.

En la lista de los “’éxitos” de Beria estaba el perfeccionamiento de los cerca de 500 campos de concentración, conocidos como Gulags, diseñados para enemigos de la revolución rusa. Según los archivos desclasificados a la caída de la URSS, Beria no inventó los Gulags, pero los industrializó.

En sus ratos libres Lavrenti llevaba a su Mansión mujeres a quienes violaba en su oficina insonorizada, donde además asesinaba a enemigos políticos. Los escoltas llamaban a residencia “la casa de los horrores”.

En 2003, la embajada de Túnez en Moscú, situada en la antigua mansión de Beria, informó que durante una remodelación habían sacado a la luz multitud de huesos humanos, algunos enterrados, otros ocultos entre los muros del edificio.

Durante los primeros años de la guerra fría Beria se encargó de espionaje soviético, donde logró, a través de infiltración en USA y Alemania, acceso al diseño de la bomba atómica. Se debe a él, que los primeros planos de la bomba llegaran a los científicos rusos.

Algunas personas que presenciaron su ejecución con un disparo en la cabeza dijeron que Beria antes de morir se habría arrodillado pidiendo lo perdonaran…quizás de allí la frase:

¿Verdugo pidiendo clemencia…?

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

nueve − 1 =