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Represión psiquiátrica

En los tiempos de la Unión Soviética de Leonid Brézhnev comenzaron a cerrar cárceles políticas, pero no por la falta de opositores al comunismo, sino porque de manera sistemática, los transformaron en pacientes psiquiátricos, en lo que se llamó represión psiquiátrica de la disidencia.

La psiquiatría soviética “descubrió” una nueva enfermedad mental que llamaron Esquizofrenia Lenta y que consistía en un trastorno progresivo que afectaba la capacidad del paciente para pensar, sentir y comportarse de manera lúcida frente a la realidad política.

Es decir, todo el que disentía del régimen era convertido en paciente psiquiátrico, pues no era posible que alguien en su “sano juicio” fuera capaz de criticar al mejor sistema político del mundo. Desde principios de 1960 hasta los 80, millones de opositores terminaron en sanatorios mentales.

Este abuso político de la psiquiatría le resultaba altamente beneficioso a la USSR, ya que podía declarar internacionalmente que no tenía prisioneros políticos, además que ya no se trataba de un problema judicial, sino médico. En 1974 había en la URSS 339 mil camas psiquiátricas.

Se estima que en 30 años de esta práctica de represión alrededor de 4.5 millones de disidentes fueron tratados como pacientes psiquiátricos. En momentos llegó a haber en la URSS 40 veces más “esquizofrénicos lentos” que delincuentes comunes.

De acuerdo con la Asociación de Psiquiatría Independiente de Rusia, en su informe de 1993 señala que la psiquiatría punitiva surge sobre la base de la interferencia de tres factores principales:

  • La ideologización de la ciencia y la orientación partidista de la psiquiatría forense soviética.
  • La falta de base legal.
  • La nacionalización total del servicio de salud mental.

En 1977, Alexander Podrabinek, activista de DDHH publicó un libro sobre el tema llamado Medicina Punitiva, que sirvió de alarma para Occidente sobre el abuso político de la psiquiatría. Podrabinek fue encarcelado y luego estuvo en el exilio hasta la caída del comunismo.

Esta vieja práctica del comunismo soviético ha evolucionado en formas más sofisticadas en regímenes autocráticos del presente. Es usual que ciertos líderes políticos en las dictaduras de América Latina descalifiquen a o sus adversarios llamándolos locos. Es conocido que Rusia en la actualidad utiliza “terapias” para ir degradando las condiciones mentales de presos por causas políticas y ha sido públicamente denunciada la utilización de sustancias tóxicas o venenosas en opositores.

No es casualidad que varios autócratas en la historia hayan tenido en su más cercano entorno del poder a psiquiatras, químicos o alquimistas.

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