Aquellos contemporáneos conmigo y muchos otros más jóvenes, no sólo recordamos, sino que fuimos de alguna manera marcados por “The Matrix”. Me refiero a la serie de películas producidas a partir de 1999 en las que la realidad es una simulación creada por la inteligencia superior de máquinas y que les sirve para dominar a la humanidad. En la trama, los seres humanos estamos atrapados en una ilusión creada por estas máquinas – La Matrix – y esa ilusión se considera como «la verdad» por la mayoría de las personas que la experimentan.
La Matix es una versión libre de la tesis de Jean Baudrillard (1929 -2007), filósofo, intelectual y teórico francés del posmodernismo y que se resume en la cita inicial de su libro Simulacro y Simulación, publicado en 1981: «El simulacro nunca es lo que oculta la verdad, es la verdad la que oculta el hecho de que ella no existe. El simulacro es lo verdadero».
La frase sugiere que la realidad que percibimos puede ser una construcción artificial, un simulacro, y que lo que consideramos como «verdad» puede ser una ilusión que oculta una realidad más profunda, desconocida o inclusive inexistente. Esta noción está en línea con el tema central de «Matrix», donde la «verdad» es algo que debe ser descubierto y desafiado para alcanzar una comprensión plena de la realidad.
Así que, aunque la frase en sí no proviene directamente de las películas de «Matrix», captura la esencia de la filosofía subyacente en la serie, que explora la idea de la simulación, la percepción de la realidad y la búsqueda de la verdadera comprensión de lo que es real.
Para Baudrillard, la realidad va inclusive más allá que las películas, pues la humanidad ha desechado el concepto de realidad y ha hecho del simulacro su verdad. En este sentido, la verdad se hace subjetiva ya que se construye a partir de aquello que se simula, y como toda simulación puede ser manipulada, alterada o producida a través de la interpretación de cada quien, lo que terminamos observando como realidad es la versión narrada de los intereses de terceros.
Lo complejo y perturbador del simulacro es que se transforma en la expresión de la dominación ejercida por quienes imponen sus propios relatos. Esta visión del poder no es nueva, hace ya 100 años Antonio Gramsci se refería a que toda estructura de poder creaba su superestructura basada en la ideología y que esta se transmitía y perpetuaba a través de las instituciones, la cultura, el arte, la familia y las leyes, entre otros elementos blandos de la sociedad. Sin embargo, hoy, esa ideología ha mutado a formas más líquidas, convirtiéndose en narrativas del poder que ya no requieren de tanta estructura, pues las redes sociales y los medios web son suficientes para hacerlas autosustentables, o dicho en palabras de Jason P. Lowery en su libro Softwar, se constituyen en “Poder Abstracto”, en contraposición al poder físico.
En la sociedad posmoderna, la fuerza física ha sido reemplazada por la percepción, el simulacro y la influencia como principales medios para ejercer el poder. Aquellos con capacidad de contar una historia convincente y ganar seguidores voluntarios pueden ser tan influyentes y disuasivos como lo es la fuerza bruta.
En la evolución civilizatoria ha ocurrido un cambio fundamental en la forma en que se ejerce el poder. En el pasado, la fuerza física era la principal herramienta para imponer la voluntad de unos sobre otros. Sin embargo, el quiebre actual se basa en el desmontaje de la realidad, que, al sustituirla con su simulación y el consiguiente fin de la verdad, se modifica la percepción en torno al poder, el cual puede igualmente simularse, y si se cuenta con los medios adecuados para propagar la simulación, en simultáneo se construye poder. Esta percepción, que podemos denominar «poder abstracto,» se manifiesta a través de la capacidad narrativa de quienes lo ejercen y su aplicación ha ganado terreno como una estrategia sutil pero altamente efectiva para imponer liderazgos y sostener gobiernos cada vez menos democráticos al frente de los Estados.
No podemos negar que el poder abstracto existe, sin embargo, es muy diferente al poder físico o real. Al ser abstracto, el poder se hace líquido e intangible, pero con efectos muy reales. De hecho, el poder abstracto puede generar disfunciones tales, que puede llevarnos a la guerra.
Según Lowery, el poder abstracto tiene estas características principales:
- No es autoevidente o auto legitimador, véase, no puede reconocerse usando solamente la intuición. No es verificable independientemente.
- Es sistemáticamente endógeno al sistema de creencias de una población, de hecho, necesita la simpatía de su población.
- No se puede restringir físicamente, ya que depende de la imaginación colectiva.
- Se puede modificar o deshacer, ya que al ser parte de una simulación no tiene consecuencias en el mundo físico.
- Hay límites a la cantidad de poder que puedes ejercer con él.
- En esencia, no es atribuible a nadie, porque es primero que todo hecho de ideas, lo que hace muy difícil valorarlo como una amenaza, y mucho menos organizarse frente a él.
- No usa energía física.
El poderío físico a su vez se puede usar para legitimar o deslegitimar al abstracto. En caso de legitimar, se comporta como refuerzo para hacer confundir lo imaginario con lo real. Este trastocamiento del poder ocurre por ejemplo, con la represión selectiva en los gobiernos autocráticos. Al propagarse la narrativa de la tortura se disuade a la población de no rebelarse en contra del sistema. La expresión más sofisticada de poder abstracto en estos regímenes es la autocensura. El ciudadano llega el extremo de limitarse en la expresión de sus palabras (y hasta de sus pensamientos) a cambio de no ser considerado enemigo, y por tanto convertirse en víctima de persecución.
Pero el poder abstracto ejercido a través de las narrativas de las autocracias tiene igualmente, un contrabalance que es tan viejo como la humanidad. Se trata de la histórica confrontación del bien contra el mal, y en su versión más humana y actualizada, en la lucha por la libertad. Es así como nacen los héroes y sus épicas para liberar a los pueblos. Los relatos arquetípicos del héroe en formación que relatan las múltiples batallas en las que este va venciendo obstáculos, que, a su vez, se van transformando en la acumulación de pequeñas victorias y grandes aprendizajes, se convierten también en su propia experiencia de crecimiento interior, hasta llegar a la lucha final en la que el opresor cae derrotado, venciéndose así al mal y logrando la libertad. La historia del héroe adaptada al líder y convertida en narrativa de la victoria es la expresión más convincente del proceso de construcción de poder abstracto.
El poder abstracto en la actualidad tiene muchas otras manifestaciones, además de la política. Se utiliza en el mundo del marketing, donde las empresas no solo compiten en función de la calidad de sus productos, sino también en su capacidad para influir en la percepción del consumidor. Las estrategias de publicidad se basan en la creación de una imagen de la marca y la generación de confianza en los consumidores, lo que a su vez impulsa las ventas. Por ejemplo, marcas como Apple han utilizado la percepción de innovación y diseño elegante para ejercer un poderoso atractivo sobre los consumidores. La función del marketing es atribuirle poder a la marca, creándole una narrativa única e indispensable, ya que sin ella no sería posible entrar en una nueva dimensión de la realidad. Recuerdo un comercial de equipos de sonido en los años de mi niñez en el que aparecía un famosísimo presentador diciendo: “Si usted no se ha extasiado con un componente Pioneer, sólo ha escuchado la mitad del sonido”
Por su parte, la era digital y las redes sociales se han convertido en amplificadores del poder abstracto y su envolvente influencia. Hoy, plataformas como Twitter (ahora X), Facebook, TikTok e Instagram permiten a individuos y grupos comunicarse directamente con grandes audiencias y moldear la opinión pública. Los influencers y líderes de opinión en línea tienen un impacto significativo en temas que van desde la política hasta la cultura pop. Las redes se han transformado en un terreno adicional para la propagación de narrativas y la lucha por el poder. No es casualidad que Elon Musk haya invertido una parte significativa de su fortuna en adquirir Twitter, cuando esta plataforma no representaba un negocio rentable en términos económicos, pero sí en el plano abstracto del poder.
Volviendo a la tesis de Lowery en Softwar, que en realidad se trata de las ventajas de seguridad del Bitcoin y su poder único en el mundo ciber, este plantea que estamos entrando a una etapa en la cual todo poder terminará siendo abstracto, por lo que las guerras ya no se pelearán en el plano físico (o cinético, como se les denomina) sino que todo ocurrirá en el dominio ciber, y en ese territorio, el blockchain es un poder igualador que representa el máximo estadio de seguridad que un sistema puede tener, de allí que se va a convertir en una especie de bomba atómica del mundo real, la cual se utiliza primero que todo, para disuadir a otros que te ataquen, ya que representaría la aniquilación mutua.
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En una de las escenas más recordadas de Matrix, Neo, su protagonista es confrontado por Morfeo, un rebelde en el mundo de la simulación, quien le presenta el dilema de la trama, al mostrarle dos píldoras, una azul y otra roja. La píldora roja representa un futuro incierto: le liberaría del control esclavizante del mundo onírico generado por las máquinas y le permitiría escapar al mundo real, pero vivir la «verdad de la realidad» es más duro y difícil. Por otro lado, la píldora azul representa una hermosa prisión: le llevaría de vuelta a la ignorancia, viviendo en una comodidad confinada, sin necesidad ni miedo, dentro de la realidad simulada de Matrix. Como lo describe el propio Morfeo: «Tomas la píldora azul… la historia termina, te despiertas en tu cama y crees lo que quieras creer. Tomas la píldora roja… te quedas en el País de las Maravillas, y te enseño lo profunda que es la madriguera del conejo». Neo elige la píldora roja y se une a la rebelión.
Pareciera que, en esta sociedad posmoderna, ya casi nadie se atreve a tomar la píldora roja y asumir la realidad. El poder abstracto, a través de su seductora y adictiva simulación se ha convertido en el instrumento fundamental para aquellos que buscan ejercer la dominación. La capacidad de contar una historia convincente y ganar adeptos puede ser tan influyente como la fuerza bruta. En última instancia, debemos estar conscientes de cómo se utiliza el poder abstracto y cómo las narrativas conforman una herramienta para moldear nuestra percepción del mundo. Sólo a través de un nivel superior de consciencia podremos vivir y yo diría que soportar la realidad, de lo contrario, nos terminaremos convirtiendo en borregos domesticados viviendo al Matrix.