La magnitud del problema venezolano necesita mucho más que un diálogo y la negociación de unas elecciones para apenas aproximarse a una solución.
Ya en la recta final del 2017 queda en evidencia que los cuatro meses de protesta están pasando factura a todo el espectro político del país. Por un lado, el altísimo costo internacional que está pagando el régimen, y por el otro, la profundización de las fracturas en la Mesa de la Unidad lo que revela es que, desde las dos esquinas, los contendores llegan agotados a esta fase de la pelea.
Por primera vez pareciera que el tiempo no favorece al gobierno, de allí la carrera acelerada por sentar en la mesa de acuerdos al menos a un sector de la oposición y realizar elecciones express para dar la apariencia de legitimidad, aprovechando que su rival no logra aún levantar los brazos.
Sin embargo, el escenario no es tan simple como algunos analistas lo dibujan, pues detrás de ese aparente camino electoral en el que nos quieren embarcar hasta llegar a las presidenciales, se esconde una estrategia de control regional que lo único que necesita es estabilidad. Maduro urge entonces de una pausa en medio del caos que hoy es Venezuela.
La revolución y sus aliados internacionales saben que con la realidad tal y como está le resulta imposible avanzar en su proyecto totalitario, por ello, necesita calmar las aguas del país mientras logra construir una paz obligada y a cualquier precio. Lograrlo depende de una estrategia a tres bandas: la ANC, Rusia y las FARC.
Hasta hace apenas muy poco nos extrañábamos de la inacción mostrada desde la inconstitucional e ilegítima Asamblea Nacional Constituyente, que comienza a mostrar ahora su macabra sonrisa tal como lo hace el verdugo frente a la víctima cuando baja la cabeza para cortársela. Es así como a través de la ANC y en oscuro acuerdo con algunos enanos políticos de la oposición se terminaron de entregar cuatro gobernaciones ganadas con el voto de un electorado traicionado en un modelo de sometimiento forzado, que persigue la quietud de unos estados como Táchira y Mérida, arietes de la reciente lucha ciudadana en las calles de Los Andes. No conformes con ello, la Constituyente aprueba una Ley Contra el Odio con el propósito de silenciar a la gente en su protesta cotidiana frente a la tragedia que se vive en el país. Es de suponer que desde esa tribuna robada a la original y verdadera Asamblea Nacional se sigan clavando las estacas de una estabilidad forzada.
En otro terreno, el régimen intenta que Rusia le envíe algún salvavidas para no ahogarse en la tormenta que está desatando el default de la deuda. En Moscú no parecieran estar convencidos que colaborar con Maduro sea la mejor de las ideas, pero al final les resulta muy barato y altamente conveniente contar con un súbdito que por unos barcos de trigo se le puede quitar una refinería. La poca, pero necesaria estabilidad que dan los rusos es indispensable para la Revolución, al menos mientras consigue el oxígeno que pudiera brindar el diálogo de migajas o se crean las rutas para legitimar capitales provenientes del Estado Criminal.
En lo político, Maduro está construyendo su eje de la salvación a través de una alianza profunda con las FARC, ahora en su nueva presentación de partido. Así como la salida a la crisis venezolana depende directamente de decisiones y acciones provenientes de Estados Unidos y Europa, desde Colombia se está armando una plataforma que entre sus objetivos estratégicos aparece la sinergia con la revolución bolivariana. Este espacio político binacional aún necesita tiempo y también demanda estabilidad interna para consolidarse. Juan Manuel Santos lo sabe y tardíamente intenta reaccionar a su peor pesadilla, la posibilidad cierta de entregarle el año próximo la banda presidencial a Timochenko.
Para los venezolanos que ansiamos ya en niveles de desesperación una salida a este proceso indetenible de destrucción, el 2018 luce demasiado lejos, sin embargo y aunque suene paradójico, en la magnitud de la crisis también se envuelve alguna luz de esperanza, pues este ajedrez de tres tableros puede resultar muy difícil de jugar para el régimen, abriéndose una oportunidad breve pero real de recomponerse para ganar. Ojalá podamos aprovecharla inteligentemente para encontrar el camino a la democracia.
@seguritips