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La vitrina digital

El tamaño de la red digital en la que hoy estamos inmersos es de virtualmente infinita. En este instante existen cientos de millones de teléfonos celulares, computadores, tabletas y hasta refrigeradores conectados entre sí, produciendo y recibiendo datos de la más variada naturaleza y generando información que a su vez realimenta y hace más “inteligente”al mundo. Diríamos que es una red de un nivel de complejidad incalculable.
Por cada segundo en el que pasamos conectados a esta madeja con millardos de nodos, nuestras ideas, datos, transacciones y decisiones quedan registradas para siempre, eliminando prácticamente toda privacidad. No existe, por tanto, manera de vivir en este planeta sin que estemos bajo el potencial escrutinio de quien quiera seguir nuestros pasos. No quedan dudas entonces, que el anonimato se está convirtiendo para muchos en un activo altamente valorado.
La vida bajo este nivel de exposición no resulta tan fácil. La posibilidad cierta de rastrear al detalle nuestros movimientos hace sentir incómodo a muchos. Es una especie de ventana abierta a la calle que no controlamos y a la que además damos derecho a terceros de mirar con detenimiento al interior.


A manera de muestra, basta con revisar los contratos de uso de algunas aplicaciones “gratuitas”. Estas registran y transmiten información sobre lugares, compras y hasta de los signos vitales de quienes las utilizan, con el propósito de alimentar sistemas de información que terminan por saber más de nosotros de lo que imaginamos. Sólo por curiosidad revisen los datos que produce un smartwatch y entenderá toda la privacidad que estamos compartiendo.
El costo de formar parte de esta comunidad digital global es la cantidad de datos que cedemos. No tener plena conciencia de ello nos hace en extremo vulnerables, y la seguridad pareciera aun no reconocer que esta nueva y compleja realidad le impone un reto de proporciones no estimadas hasta hoy. Porque no los conocemos, no resulta sencillo determinar la magnitud de los riesgos que se esconden detrás del big data y menos aún, las implicaciones derivadas de su análisis.
La velocidad de expansión de las capacidades en los sistemas de información basados en correlación de datos es asombrosa. Materialmente no tenemos filtros para protegernos de los algoritmos que nos modelan, pronosticando tendencias de consumo, sitios de viaje, tiempo que pasamos utilizando el celular y las horas en las que nos trasladamos. Somos un libro abierto para estas megamentes de la inteligencia artificial.
Por otro lado, es tan atractiva y fácil de consumir la oferta que se nos presenta para que seamos adictos a ceder datos, que casi siempre sucumbimos a la tentación. Queremos el móvil y el reloj más smart y soñamos con un Tesla para que nos lleve con el mínimo esfuerzo de un sitio a otro.
Por lo pronto, y hasta que no desarrollemos suficientes defensas, la recomendación es hacernos conscientes que vivimos en una vitrina digital, y como Hansel y Gretel vamos dejando huellas por dondequiera que pasamos.

1 comentario en “La vitrina digital”

  1. Ahora imagina el nivel de vulnerabilidad que tienen las personas que utilizan las redes sociales abiertas para subir
    fotografías y videos propios y de familiares, comentando con lujo de detalles todo lo que hacen y los planes futuros.
    Somos rehenes de una sociedad altamente expuesta a las redes sociales, muchas veces sin advertir las amenazas asociadas y de paso, somos incitados por los incesantes avances tecnológicos.

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