Velero en la tormenta. así es la seguridad móvil

La seguridad móvil

Las nuevas amenazas son líquidas y adaptativas por naturaleza; es decir, se amoldan con flexibilidad a las circunstancias, son en su mayoría anónimas e intrazables y operan en redes, lo que les permite expandirse, y a la vez camuflarse con el entorno. Vale decir también que como producto de la complejidad en la que estamos inmersos, estas amenazas han ido adquiriendo una poderosa capacidad; se trata de construir, mantener y explotar el caos como medio de supervivencia.

La seguridad, al igual que muchas otras actividades, depende de sus habilidades para planificar, aprender de la experiencia acumulada y lograr objetivos de manera progresiva. Sin embargo, en estos tiempos más inclinados al caos que al orden, las amenazas líquidas nos llevan ventaja, de allí que la visión convencional no es suficiente para combatirlas o tan siquiera contenerlas, por tanto, el desafío de cambiar el framework sobre el cual replantear la función de la seguridad a fin de obtener, no sólo mejores resultados en el corto plazo, sino modificar el ADN organizacional para que se transforme con naturalidad – y con el mínimo de traumas – a los cambios acelerados de la realidad y así poder competir y ganar a los peligros que nos acechan.

En el pasado reciente me he referido a algunos atributos de estos noveles modelos de la seguridad y he planteado el desarrollo de capacidades como la anticipación, el agenciamiento, la contención, la inteligencia preventiva y el empleo de herramientas de Inteligencia Artificial. Pero nada de ello es posible si no desaprendemos las estructuras que nos han traído hasta acá y nos replanteamos una seguridad basada más en el fortalecimiento del sujeto que en la invulnerabilidad del objeto.

En este sentido, he propuesto que nos imaginemos a la seguridad como un arreglo móvil, integrada al entorno, pero con la capacidad de generar certezas. Quizás, la imagen que se me viene a la mente es la de un velero que navega por aguas tormentosas y que, a pesar de los embates del clima, no pierde el rumbo hacia su puerto. Una estructura ágil que, en medio de la incertidumbre, aprovecha el viento intenso para moverse, con una tripulación que sabe qué hacer para llegar a su destino.

Sin embargo, no es suficiente una estructura ágil y móvil, porque las amenazas líquidas no son pasivas, tienen otra capacidad aun más poderosa de la cual dependen, y es mantener a la realidad que las circunda en estado caótico. En medio del caos nadie se siente seguro, se pierden las referencias y se impone la ley del más fuerte. Este es el mecanismo de los carteles y las bandas criminales que dominan territorios, el modelo de la pax criminal. Frente a este fenómeno es muy poco lo que podemos lograr con aproximaciones convencionales.

En este terreno, la seguridad necesita pasar a un nivel superior, no sólo de conocimiento sino de estructura y visión. Hasta ahora, los mejores resultados ante amenazas líquidas generadoras de caos se han logrado abordándolas como sistemas complejos adaptativos. Esto lo que significa es que no son estructuras que pueden entenderse desde la lógica lineal de las jerarquías, sino que requieren aproximaciones laterales (no lineales) para poder comprenderlas y luego desarticularlas.

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Un par de detalles en relación con la complejidad; estas amenazas no pueden ser neutralizadas con una acción única. Se requiere una estrategia que combine en secuencia y ritmo acelerado un conjunto de tareas que no le permita a la amenaza adaptarse al cambio, lo que le generará una falla en su capacidad de mutar a un nuevo modo de supervivencia. Para esto, la seguridad necesita agilidad y movilidad, pero adicionalmente, y este es el otro elemento; es indispensable identificar e intervenir las líneas de vida de la amenaza o, dicho de otro modo, aquello que hace sustentable el modelo para que la amenaza opere, y es aquí dónde la Inteligencia y las herramientas tecnológicas tienen una función determinante.

No creamos que sólo las grandes organizaciones del crimen son capaces de ser líquidas, pues donde sea que emerja una actividad delictiva rentable y con pocos obstáculos, el sistema la detectará con rapidez y la incorporará en su portafolio. Recuerdo hace unos años trabajé en el análisis de una pequeña banda que robaba teléfonos celulares en Venezuela, y que a través de múltiples redes del delito terminaban siendo blanqueados y vendidos en Suramérica y el Norte de África. Un arrebatón en las calles de Chacao se transformaba en un negocio en Marruecos.

Pero volviendo al ADN organizacional, el llamado es a retar la incertidumbre que genera el caos y trabajar por reconstruir un orden más resiliente y capaz de sostenerse a sí mismo, así como el mástil del velero se mantiene firme en la tormenta. Esto sólo es posible a partir de una consciencia superior del riesgo, no sólo de quienes conducen los procesos de seguridad, sino de la organización como un todo. Una especie de organización que se comporte como un organismo “vivo” y pueda detectar sus vulnerabilidades y “sanarlas” antes que se conviertan en una lesión incapacitante.

No podemos aspirar que en el corto plazo el mundo será menos turbulento o caótico, son fuerzas que están por encima de la capacidad de control de cualquiera, lo que sí podemos hacer es construir estructuras que soporten la turbulencia y liderazgos que sepan dónde están sus puertos de llegada, aunque lo que tengamos por delante sea incierto. Es el momento de calibrar nuestros instrumentos de navegación para hacerlos altamente confiables y aquí el más importante de todos es la gente.

@seguritips

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