Despersonalización de las amenazas

La despersonalización de las amenazas

Un rasgo común en la seguridad de nuestros tiempos, y del cual aún no nos hemos desprendido, es la tendencia a personalizar los riesgos. Mantenemos el paradigma que detrás de cada amenaza existe un agente de carne y hueso que, a manera de titiritero, maneja los hilos para que se materialicen riesgos.

Si bien, esto es cierto en muchos riesgos, y sobre todo en los convencionales como el robo, el vandalismo o el homicidio; los riesgos se hacen cada más líquidos porque, entre otras cosas, se despersonalizan y se funden en la creciente complejidad de la realidad.

Hoy podríamos afirmar que los riesgos que más impactan a las empresas, y en general a las sociedades, no tienen detrás a una persona o una organización, y son más bien el producto de una convergencia de intereses en torno a la actividad criminal. Para entenderlo un poco más claro, observemos al tráfico internacional de drogas. Se trata de una actividad criminal altamente lucrativa, completamente integrada desde sus etapas primarias hasta la distribución y el microtráfico, que genera violencia, ilegalidad, pérdida de soberanía, corrupción y múltiples problemas de salud pública ¿Podríamos señalar con precisión quiénes dirigen la estrategia del tráfico de drogas?

Es evidente que no podemos, sólo tenemos la capacidad de listar actores que se integran en la gran red de la delincuencia organizada trasnacional, pero que de ninguna manera son imprescindibles y que, en ausencia de algunos, otros rápidamente tomarán sus lugares. Lo cierto es que hemos llegado al punto en el cual las amenazas detrás de los riesgos con los que debemos lidiar a diario se parecen más a las estructuras como las del tráfico de drogas, inclusive en delitos en apariencia comunes como el robo de teléfonos móviles, resultan tener por detrás una industria compleja de tráfico de equipos telefónicos a través del mundo.

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Cuando escalamos al mundo digital, las amenazas se hacen aún más difusas. En la actualidad es virtualmente imposible trazar quiénes operan el secuestro de datos, el hackeo de infraestructuras críticas o el robo de identidades a través de la web. Más aun, en algunos casos las amenazas ya ni siquiera son humanas, se trata de programas y algoritmos sofisticados creados para identificar vulnerabilidades y explotarlas a favor de organizaciones multinacionales del crimen que se ganan mucho dinero por esta vía.

Con la despersonalización y fusión en el mundo de las redes organizadas del delito, las amenazas no sólo se protegen y se hacen más resilientes, sino que se potencian y expanden sus radios de acción. En este sentido; al hacerse más líquidas, les resulta muy favorable generar zonas grises en espacios geográficos y virtuales dentro de los cuales operar a sus anchas. Es así como, la presión sobre las áreas de frontera entre países de baja institucionalidad para que se transformen en territorios de operación para las redes despersonalizadas del delito es creciente y con tendencia a hacerse autosustentable, debido a la cantidad de dinero y poder que acumulan en el proceso de disolución. Fenómeno hoy muy presente entre Venezuela y Colombia o Ecuador y Colombia, y entre países centroamericanos, incluyendo el borde Norte de México.

Para apreciar la despersonalización de las amenazas no es necesario ir a las fronteras o trazar las actividades de mega estructuras criminales, pues el proceso ocurre en dimensiones más cercanas a nuestra realidad. La utilización de las redes sociales para propagar de forma masiva narrativas de desinformación es hoy la vía más directa para crear zonas grises virtuales, en las cuales polarizar a la opinión pública y confundir al ciudadano en una mezcla indefinida de ficción y realidad, a un nivel de tal sofisticación, que pudiera considerarse un arma de guerra psicológica.

El desafío para la seguridad de naciones, sociedades y organizaciones en torno a comprender en profundidad los procesos de despersonalización de las amenazas es clave para comenzar a desarrollar estrategias para reducirlas o neutralizarlas. Estas capacidades de las amenazas despersonalizadas parecieran hoy competir con grandes ventajas sobre los modelos convencionales de gestión de riesgos, ante lo cual somos todos muy vulnerables.

Un primer paso estratégico para cambiar el paradigma de las amenazas es hacernos conscientes de estas nuevas dinámicas, y partir de allí valorar con detalle las opciones que tenemos en la construcción de estrategias para estar y vivir más seguros. Este tema lo abordo en mi libro Riesgos Líquidos.

@seguritips

 

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