En mayo de 2020 se hizo popular en medio de las protestas que sacudieron muchas ciudades de USA, el Movimiento Defund the Police, motivado por la muerte, capturada en video, de George Floyd a manos de oficiales de policía en la ciudad de Minneapolis.
Quitarles presupuesto a las policías no es nada nuevo. Ha sido una iniciativa que aparece, paradójicamente, cuando se incrementa la violencia en las zonas urbanas, y no sólo en USA, pues hasta en Venezuela se ha utilizado y sus resultados han sido desastrosos.
Las organizaciones de DDHH que respaldan Defund the Police alegan que la presencia policial en funciones de protección del ciudadano y el orden público es uno de los factores en la ecuación de la violencia, así que, al disminuirlo, deberían bajar los delitos violentos, dejando a las comunidades autorregular sus conflictos.
La realidad ha demostrado que sólo en comunidades altamente organizadas y cohesionadas es viable la progresiva reducción policial, pues el elemento disuasivo hacia la delincuencia y la percepción de protección hacia el ciudadano forman parte insustituible de la seguridad pública.
Defund the Police promueve que los fondos que se le retiren al presupuesto policial vayan a los servicios sociales de la población, ya que, si se atiende mejor al ciudadano, se reduce la potencialidad de conflictos, y por ende la violencia.
Pero la realidad en nuestros países de Latinoamérica ha mostrado resultados opuestos, quizás porque nunca ha habido presupuesto suficiente ni para la policía ni para los servicios sociales, y lo que muestra la experiencia es que cada vez que se reduce la policía aumenta el delito.
En Venezuela se intentaron las llamadas Zonas de Paz como simulación de experimento social en los que algunos espacios se dejaban en manos de la comunidad y se limitaba la entrada de las policías. Al cabo de un tiempo corto se convirtieron en territorios para el hampa, el secuestro y la muerte.
Hoy como nunca los países de América Latina necesitan fortalecer a sus policías. No es un proceso fácil ni instantáneo y tiene múltiples frentes. Los cuerpos policiales se desarrollan cuando a lo interno se respeta la función policial y la meritocracia. Cuando se forma al funcionario de manera integral, incluyendo el respeto a los Derechos Humanos y a las leyes, pero al mismo tiempo se le otorga el poder y la autoridad para proteger al ciudadano. Es un equilibrio frágil que requiere supervisión constante y control institucional, pero indispensable si se quiere recuperar la paz y la tranquilidad de la población.
Los cuerpos policiales son un reflejo y medida de la calidad de una sociedad. Los países tendremos las policías que nos merezcamos si sabemos entender el porqué y el para qué los necesitamos. No podemos permitir la politización de las policías ni su conversión a causas de orden ideológico.
Tener cuerpos policiales cercanos al ciudadano y que cumplan con tan importante responsabilidad es también una responsabilidad ciudadana, porque somos los ciudadanos los primeros interesados en vivir seguros.