Claves para reducir la violencia en las comunidades

La escalada violenta que azota al país es la demostración que algo no está funcionando en nuestra sociedad. Pareciera que la manera de relacionarnos se fracturó en algún punto, y no hemos logrado restaurar los vínculos comunes y solidarios que no hace tanto nos unieron.

No resulta sencillo conseguir la respuesta sobre cómo y cuándo se descosió el tejido social que nos unía, no sabemos con certeza si fuimos demasiado tolerantes con el discurso divisionista que durante tres quinquenios nos viene devorando, a si por el contrario, hemos sido tan resistentes que a pesar de la gravedad de la situación, aun nos mantenemos en nuestros propios pies y sostenemos la esperanza del inminente cambio en el futuro cercano. Sea cual fuere el devenir de los acontecimientos, pareciera que debemos prepararnos para asumir con consciencia una posición más firme frente a la violencia, y comenzar a iluminar una pista de aterrizaje que nos conduzca a un nuevo código de interrelacionamiento civilizado y revalorizador de la vida humana.

Pudiéramos pensar que las claves para esa nueva gestión social de interacción positiva comienzan por las grandes estructuras del Estado y se van decantando hacia las formaciones primarias de la sociedad. Sin embargo, en este caso ese no es el modelo que proponemos; nos referimos a lo opuesto, es la reconexión de las relaciones desde abajo y, a manera de red que se va tejiendo, ir construyendo una estructura cada vez más entramada. Es un reto de grandes proporciones y que no puede esperar más tiempo, porque los signos de la violencia son de tal magnitud que sus consecuencias pueden ser prácticamente irreversibles.

El valor de lo común es la raíz de la convivencia. Es el lugar donde se anclan los elementos de identidad que enlazan a la gente. El mismo espacio geográfico, la misma historia e inclusive los mismos problemas y peligros, son poderosos cohesionadores de la vida social. Las comunidades parten de lo común (de allí su origen etimológico) para la construcción de valores de pertenencia, solidaridad y confianza, que en esencia son determinantes para generar la percepción de seguridad y por ende, la reducción de la violencia. El equilibrio social basado en valores de lo común puede ser frágil en sus inicios, por ello requiere un grupo con fuerte voluntad para sostenerlo. Es esta la mejor opción que tiene la paz. Está demostrado que en las comunidades que logran niveles aceptables de convivencia, progresan más rápidamente y sus habitantes se compenetran más en el mantenimiento de la paz como máximo valor conquistado.

Es evidente que no toda la vida en comunidad es color de rosas y que los conflictos son más frecuentes que los estados de armonía. Sin embargo, si no se cuenta con modelos o contratos sociales formales e informales para resolver las diferencias en sus estadios primarios, los problemas van a escalar con facilidad y se tornarán en crisis inmanejables y hasta violentas. El camino a la verdadera paz social se inicia con la capacidad de transigir de los individuos. Tolerar es una condición para la convivencia y esta su vez, para la seguridad. Toda diferencia es posible negociarla cuando se parte del valor de lo común. Los acuerdos sostenibles son aquellos en los que las partes quedan al mismo tiempo, felices por los logros obtenidos y tristes por las concesiones realizadas. En este aspecto, un mínimo de institucionalidad es necesaria para poder actuar como árbitro de las diferencias. Figuras como jueces de paz o líderes vecinales empoderados son de alto valor en el éxito de la resolución de conflictos. Un signo claro de madurez en las relaciones comunitarias es la obediencia razonada a las reglas logradas en consenso.

Una vía comprobada para construir desde lo común y así crear tejido social comunitario  es la formulación y ejecución de  proyectos con futuro compartido. Los individuos que comparten sus espacios geográficos y su historia, igualmente los une el sentimiento y la esperanza de un mejor futuro, por encima de cualquier ideología o posición política. Es imposible negar al hombre su aspiración a progresar, más aun cuando puede hacerlo en comunidad. Abrir los cauces creadores de la sociedad para que pueda abordar sus necesidades, proponiendo sus soluciones y materializando sus mejoras, forma ciudadanos más comprometidos con su vida común, lo que a su vez conduce a entramar más el tejido social y facilita la interacción pacífica entre los individuos, reduciendo en consecuencia la violencia.

Nada une más que la esperanza de un futuro mejor, y esto es solo posible en un clima de convivencia y paz. Destacar el valor de lo común, establecer normas para la resolución de diferencias y desarrollar proyectos compartidos son los primeros escalones en el ascenso de una montaña muy alta que toda sociedad debe escalar.

@seguritips