Durante el 2022 el conocido Tapón del Darién ha dejado de ser una barrera natural. Cada vez más migrantes fluyen de sur a norte por esta selva que separa a Colombia de Panamá. El incremento en las cifras representa un game changer en la escala de los flujos de tráfico humano en el continente, en la utilización de las migraciones como armas políticas y en el poder de las redes criminales trasnacionales, capaces de construir nuevas oportunidades para el delito.
Recientemente el Servicio Nacional de Migración de Panamá publicó un reporte con cifras actualizadas enero – junio 2022, donde se refleja que un total de 34.298 migrantes han ingresado por la frontera sur de ese país, de los cuales 30.335 son de nacionalidad venezolana.
Las cifras históricas de migrantes a través del Darién indican que entre 2011 y 2020, el promedio de personas que lo cruzaron fue de 11.783 cada año, mientras que en 2021 solamente, el número llegó a 133.653 seres humanos de 64 nacionalidades. El propósito de la mayoría de estos migrantes es alcanzar la frontera de los Estados Unidos.
Son varias las condiciones de entorno que han cambiado durante el 2022 para acelerar el proceso de migraciones en masa. La crisis económica postpandemia en Latinoamérica, la percepción que la frontera sur de los Estados Unidos ahora está “más abierta” a las migraciones, pero sobre todo existe un poderoso aparato de marketing criminal que estimula el flujo de migrantes.
Las redes sociales, y en particular Instagram y TikTok se han convertido en los canales que sirven para propagar narrativas de supuestas agencias turísticas que ofertan facilidades para ir desde Venezuela, Colombia y otros países de la región hacia el norte, atravesando el Darién, aprovechándose de una asimetría informativa inmensa que vende el sueño americano y explota la necesidad de miles de personas que aspiran ingresos en dólares.
Las organizaciones de la delincuencia organizada, en convergencia con propósitos de gobiernos criminales de la región, se potencian en este propósito, que no sólo les genera mucho dinero, sino que lo utilizan como arma de guerra en contra de los Estados Unidos y les sirve como medio de transporte para droga, prostitución y mano de obra en términos de esclavitud.
Paradójicamente, los reportajes sobre las penurias de los migrantes a través del Darién, en lugar de intimidar a la gente, han servido para que autoridades y organizaciones sociales inviertan en hacer de la travesía por la selva, una ruta menos peligrosa, facilitando así el negocio del tráfico humano operado por redes internacionales del crimen.
Estos movimientos en masa además facilitan el camuflaje necesario para que miembros de bandas criminales se desplacen por la región e internacionalicen su actividad delictiva. Así lo hemos visto con supuestos integrantes de la banda criminal venezolana, denominada Tren de Aragua que ahora operan desde Chile hasta México.
En esta época de riesgos líquidos, las redes criminales del delito organizado han convertido a los migrantes en una especie de ariete que está abriendo un nuevo canal de Panamá, esta vez de sur a norte y que está cambiando la dinámica geopolítica de todo un continente. Un nuevo desafío a la seguridad global de los Estados.