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Una seguridad para la verdad

La seguridad tal como la conocemos ha entrado en una enorme paradoja; mientras avanza el desarrollo tecnológico son más y mejores los sistemas de protección que tenemos a mano. Sin embargo, ese mismo mundo a la mano, se ha hecho cada vez más difícil de entender y es la incertidumbre, y no precisamente las certezas, lo que domina nuestro entorno.

¿Cómo podemos entonces conciliar (si es que acaso es posible) dos opuestos? Por un lado, el poder omnipresente de la vigilancia tecnológica, por el otro la incertidumbre que alberga amenazas anónimas, no convencionales y realimentadas en ciclos de alta polarización. Pareciera que ha llegado el momento de una darle forma a una seguridad orientada a diferenciar las señales del ruido y capaz de construir sus propias conclusiones.

Para empezar, tenemos que admitir que ya no existe una única realidad. Estamos viviendo en la era del relativismo. La verdad ha dejado de ser una referencia única y ahora se adapta a los intereses de poderosos actores, lo que nos han metido en un entorno que parece más bien un cuarto de espejos, donde los hechos, de tanto reflejarse, no sólo se deforman, sino terminan perdiendo su materialidad, resultando casi imposible distinguir entre lo verdadero y sus múltiples proyecciones.

Esta manipulación de los hechos facilita la generación de múltiples narrativas, lo que a su vez convierte permanentemente al entorno en un misterio a descubrir, plagado de una variación de versiones que giran en torno a ellos, donde nunca se llega a la verdad, porque ya no interesa, pues los relatos alternativos, en este relativismo, terminan teniendo mucho más valor que los hechos.

En mi libro Riesgos Líquidos advertí sobre la degradación de la verdad como una de las amenazas más potentes y omnipresentes de nuestro tiempo ante la cual, ni la seguridad ni los sistemas de justicia han desarrollado herramientas para contenerlas y mucho menos, evitarlas. Estamos en un mundo a la libre, donde cada uno, a través de su red social preferida, no sólo diseña su realidad basada en la inmaterialidad de los hechos, sino que la propaga viralmente, para crear tantas versiones como la especulación y la paranoia conspirativa permita. Pero en simultáneo ocurre un proceso perverso, y es que la verdad real e incuestionable se desdibuja entre las versiones fake que le compiten, perdiendo así su valor y su poder.

Riesgos Líquidos
Los nuevos desafíos a la seguridad global
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La siguiente pregunta que tendríamos que hacernos es ¿Cómo puede la seguridad prevalecer en medio de entornos en constante disolución? En este sentido, les sugiero revisar el artículo sobre Organizaciones Altamente Confiables que escribí hace unos meses en este blog y que está también contenido en el libro Riesgos Líquidos. Allí, me refiero en parte, a que los objetivos de la seguridad se deben redirigir a cuatro aspectos claves:

  • Incrementar la conciencia del riesgo
  • Transformar al individuo de objeto a sujeto de la seguridad
  • Reducir la incertidumbre
  • Construir organizaciones preparadas para entornos de alta complejidad y alto riesgo

Volviendo a la paradoja del desarrollo tecnológico y la licuefacción de la verdad, al gerente de seguridad no le queda otra opción que trabajar en dos direcciones en apariencia antagónicas; explotar al máximo los recursos tecnológicos que tenga a la mano, pero no con el propósito de presentar múltiples versiones de la realidad, sino al contrario, darle validez a la verdad soportada en la realidad de los hechos, para entonces, y partir de ella, construir el relato de las certezas.

Suena sencillo, sin embargo, en medio de la complejidad, ya nada lo es.

@seguritips

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