Un sistema de seguridad es mucho más que unas cámaras instaladas en la entrada de un edificio. Cuando hablamos de sistema debemos necesariamente referirnos al máximo nivel de organización de aquello que estamos diseñando, y no se refiere exclusivamente a la tecnología involucrada.
Un verdadero sistema de seguridad involucra al personal, la infraestructura, las normas, la tecnología y hasta la cultura. A este conjunto de elementos que interactúan dinámicamente para proveer mayores niveles de prevención y protección se le conoce como Arquitectura de Seguridad, y es la base principal de un buen diseño.
Si bien, la Arquitectura es clave, no es suficiente, un sistema de seguridad, además, debe cumplir con tres condiciones altamente deseables y que agregan valor significativo al objetivo que deseamos lograr, que no es otro que hacernos menos vulnerables.
Poder de disuasión: la protección entra por los ojos. Nuestro sistema debe hacerse sentir transmitiendo tranquilidad a los ciudadanos de bien e intimidando a los que puedan pensar en transgredirlo. Disuadir es un medio efectivo, de alto impacto para la amenaza y mínimas consecuencias para el objetivo protegido. Por esta razón es que un guardia bien entrenado y correctamente uniformado genera una mejor percepción de seguridad. Igualmente, lo hacen las cámaras correctamente instaladas y mantenidas, los empleados que cumplen las normas y los espacios bien iluminados. Una característica adicional de una seguridad que disuade es que genera un clima general de control y confianza, incentivando la custodia social en la que todos cuidan de todos, cerrando la brecha a la entrada de amenazas. La campaña iniciada en el Metro de Nueva York luego del 11 de septiembre de 2001; si ves algo di algo, ha demostrado ser una poderosa herramienta de disuasión a las amenazas que permanentemente se sienten vigiladas por el ciudadano común.
Reducción del anonimato: una manera de minimizar la potencialidad de daño que poseen las amenazas es descubrirlas e identificarlas antes de que nos pongan en riesgo. Este atributo es en sí mismo, un medio disuasivo. Un buen sistema de seguridad colecta elementos que identifican “quien es quien”. Un libro en el que se registran visitantes es quizás la manera más simple de hacerlo, aunque depende de la discrecionalidad y la habilidad de quien toma los datos. En este sentido, la tecnología facilita una identificación confiable a un costo reducido. Elementos como cámaras, captahuellas y tarjetas de acceso cuando operan de forma integrada producen excelentes niveles de autenticación. Actualmente, el anonimato es una de las ventajas de los delincuentes online, que se aprovechan de la red para ocultar sus verdaderas identidades y cometer delitos. Cada vez más, la detección de direcciones IP, los seriales MAC de los dispositivos de red, el uso de tarjetas de crédito y otros sistemas de autenticación intentan cercar el anonimato, sin embargo, así como existe la tecnología para identificar, están disponibles múltiples medios para evadirla. Producto de la reducción progresiva del anonimato, la seguridad ha entrado en un terreno con mayor capacidad preventiva. Recientes atentados terroristas en Europa han podido ser frustrados gracias a ello.
Capacidad de trazar eventos: el tercer elemento de peso en la nueva seguridad se vincula directa y proporcionalmente a la suficiencia de los sistemas para registrar y trazar eventos. La reducción de los costos en el almacenamiento de datos, en conjunto con el incremento en la calidad de los dispositivos de captura de información tales como; imágenes, sonidos y textos vienen produciendo resultados sorprendentes en la trazabilidad de eventos cotidianos, mucho antes que se conviertan en verdaderos incidentes de seguridad. Actualmente, cualquier sistema doméstico de video mantiene en su memoria 20 o 30 días de imágenes disponibles. Asimismo, el uso intensivo de las redes hace que prácticamente todo los que hacemos a través de la web deje trazas de nuestra presencia. Recientemente, consulté el log de datos de mi computador personal y me quedé sorprendido con el número de veces que al día me conecto a internet, y cómo ese número viene creciendo en los dos últimos años. Somos unos Hansel y Gretel modernos, dejando migas de galletas por todas partes.
Así como la disuasión tiene sus detractores porque consideran que llega a los límites de la intimidación, la reducción del anonimato y la trazabilidad se están convirtiendo en uno de los retos más importantes para la seguridad, pues su contraparte ubica el debate en la pérdida de la privacidad a la que toda persona tiene derecho. Aquí vale la pena recordar que vivir más seguros siempre tiene un costo, algo debemos entregar o ceder, a veces es dinero, otras veces tiempo o comodidad y en ocasiones, hasta un poco de libertad.
Conciencia del riesgo como visión: una causa probable que la seguridad se mantenga detrás de los cambios está en que se sigue percibiendo como un costo dentro de las organizaciones. Hasta ahora, no hemos sabido «vendernos» como un sistema para la creación de valor. Este viejo paradigma nos sigue ubicando en la dimensión del mal necesario y no de la manera correcta; la seguridad como balance. No se trata sólo de mejorar la seguridad en sus indicadores macros, es más bien construir una organización más eficiente, productiva y consciente de los riesgos. Esto es posible sólo si optamos por prevenir en lugar de reaccionar y si transformamos nuestras vulnerabilidades en capacidad para ser resilientes. En la seguridad, los errores son muy costosos y con frecuencia incluyen vidas humanas, por lo que la resiliencia también nos convoca a aprender de los errores y crecer en el proceso. No estamos hablando de una transición sencilla, la cultura de las organizaciones tiende a hacerse resistente y poco dúctil a los cambios. En este sentido, la seguridad no debe quedarse exclusivamente en lo estratégico; es en los detalles donde radican las grandes diferencias capaces de convencer hasta los más incrédulos. Los países que han entendido el secreto de “digerir” los problemas de seguridad en pedacitos, hoy muestran notables avances en la reducción de las cifras rojas, así como, mayor nivel de consciencia previsiva de sus ciudadanos.
Me refiero, a la construcción de una cultura centrada en la capacidad previsiva del individuo. En esta estructura no podemos dejar por fuera la formación integral del talento humano que dedica sus esfuerzos a la seguridad. Debemos transmitir a nuestra gente la visión estratégica y el sentido holístico implícito en la gestión de riesgos. Todos debemos estar alineados bajo un mismo Norte. Gobiernos, fuerzas militares, policías, empresas privadas, las comunidades y los ciudadanos. Cada uno, en su nivel, debe ser capaz de entenderlo y transmitirlo en sentido positivo, a fin de sumar a la cultura. Negarlo significa desterrar la esencia misma de la seguridad.
*Este texto es un «híbrido» de varios textos que he publicado en el pasado y que ahora considero conveniente sintetizarlos en un sólo artículo.
@seguritips