Es curioso, pero los primeros libros que abordaron con seriedad la importancia de la Inteligencia, tanto en la paz como en la guerra, no surgieron en la antigua Grecia o en Roma, sino en el subcontinente chino – hindú. El Arte de la Guerra y el Arthashastra, este último un tratado sobre la política y la estrategia militar atribuido a Kautilya (350-283 A.C) un consejero de la dinastía Mauryana al norte de la India.
A través de esta historia, me voy a referir al Arte de la Guerra y el rol del espionaje en la estrategia militar, y cómo su aplicación puede llevar al éxito, aun en la actualidad.
El Arte de la Guerra ha sido estudiado y practicado durante siglos por líderes militares en todo el mundo. Es uno de los tratados más influyentes sobre estrategia militar atribuido a Sun Tzu (544 – 496 A.C), un antiguo general chino contemporáneo a Confucio. Aunque se cree que es realmente la recopilación de varios autores. En su obra, Sun Tzu destacó la importancia del espionaje como una herramienta esencial para alcanzar la victoria en el campo de batalla.
El argumento principal de El Arte de la Guerra se resume en su primera y última oración:
- La guerra es un asunto de vital importancia para el Estado; es la provincia entre la vida o la muerte, el camino a la supervivencia o la ruina.
- Las operaciones secretas son esenciales en la guerra; sobre ellas, el ejército confía para hacer cada uno de sus movimientos.
Los espías están en el corazón de las operaciones secretas. El Arte de la Guerra destaca cinco tipos:
- Agentes nativos: reclutados del lado del enemigo
- Agentes internos: de las filas de la oficialidad enemiga
- Doble agentes: aquellos que el enemigo equivocadamente considera leales
- Agentes no esenciales: los utilizados para propagar desinformación al enemigo
- Agentes vivientes: quien trae información desde dentro del campamento enemigo
Cercano al año 500 A.C, la antigua China estaba dividida en varios reinos en conflicto. Uno de los reinos más poderosos era el de Wu, gobernado por el rey Helü. Este rey era un líder sabio y perspicaz que buscaba expandir su territorio y asegurar la prosperidad de su reino. Sin embargo, enfrentaba la amenaza constante del reino de Chu, un enemigo formidable que también deseaba aumentar su influencia.
Helü, consciente de la importancia del espionaje en la guerra, buscó la ayuda de Sun Tzu, un renombrado estratega militar. Tzu había pasado años estudiando y perfeccionando las tácticas de guerra, y había desarrollado una visión particular y única que incluía un uso intensivo del espionaje. El rey Helü lo invitó a su corte y le pidió que le enseñara sus secretos.
A sun Tzu le interesaba poco la táctica y las estratagemas superficiales, aunque no las descartaba. Al contrario de los griegos y romanos, a este general le importaba desarrollar un sistema que sirviera de guía para que los gobernantes ganaran las guerras que debían enfrentar.
Sun Tzu comenzó explicando a Helü que el conocimiento del enemigo era fundamental para ganar la guerra. «Si conoces a tu enemigo y te conoces a ti mismo, no tienes que temer el resultado de cien batallas», dijo Sun Tzu. El espionaje proporciona la información necesaria para comprender las fortalezas y debilidades del enemigo, así como sus planes y movimientos estratégicos.
Para ilustrar su punto, Tzu narró la historia de un general que había perdido varias batallas contra un enemigo poderoso. Este general decidió enviar a sus espías para obtener información sobre las tácticas y estrategias de las filas opuestas. Los espías regresaron con valiosa información que reveló una debilidad crucial en el enemigo. Armado con este conocimiento, el general pudo trazar un astuto plan y derrotarlo en la siguiente batalla.
En El Arte de la Guerra se enfatiza que el espionaje no se limita solo a la obtención de información, sino también a la desinformación. En una ocasión, Sun Tzu convenció al rey Helü de que simulara una retirada en una batalla importante contra el reino de Chu. El objetivo era hacer creer al enemigo que Wu estaba debilitado y facilitar una emboscada. Gracias a esta maniobra, Wu ganó la batalla y logró una victoria decisiva.
Además, Sun Tzu resaltaba la importancia de cultivar una red de espías leales y confiables. Estos deberían ser entrenados en el arte del engaño y ser capaces de moverse con sigilo entre las filas enemigas. La selección cuidadosa y el entrenamiento riguroso de los espías eran cruciales para garantizar la precisión y la confiabilidad de la información recopilada.
Una de las estrategias para garantizar la lealtad de los espías era recompensar generosamente a aquellos que se desempeñaban con éxito y tratar a los traidores con severidad. Sun Tzu creía que la confianza era fundamental en la relación entre el líder y sus espías. Solo a través de esta confianza mutua se podía garantizar que la información crucial se transmitiera de manera precisa y oportuna. Otro aspecto importante era el uso del engaño como una herramienta estratégica. Según él, «todo el arte de la guerra se basa en el engaño». Sun Tzu recomendaba utilizar señuelos, trampas y tácticas para confundir y desmoralizar al enemigo. Al crear una falsa percepción de las intenciones y movimientos propios, se podía desequilibrar al adversario y aprovechar su confusión para obtener una ventaja estratégica.
Para Tzu el espionaje no solo se limitaba al campo de batalla, sino que también se extendía al ámbito político y diplomático. Reconocía que descubrir las intenciones y alianzas de los enemigos potenciales era vital para evitar conflictos innecesarios y para forjar alianzas beneficiosas.
En el siglo III A.C durante la dinastía Han, El Arte de la Guerra tuvo quizás su más ferviente seguidor en Cao Cao, un lord de la guerra que se consideraba discípulo de Sun Tzu. Cao, además de guerrero era poeta. A lo largo de su vida agregó comentarios al texto, que con el tiempo se fueron incorporando en las versiones sucesivas. De hecho, la versión de Cao y otros generales chinos que fueron acumulando notas en el manual se mantuvo vigente hasta 1977, cuando se descubrió un manuscrito del texto original, extraordinariamente bien preservado, escrito en tiras de bambú sepultadas en una tumba del año 118 A.C en la provincia de Shantung.
Como Henry Kissinger escribió dos mil años después; por siglos los chinos no sintieron que su civilización era amenazada por algún país o imperio que pusiera en riesgo su estabilidad, de allí el desinterés en no estar informados sobre lo que ocurría en el mundo. Quizás por ello, El Arte de la Guerra quedó relegado por mucho tiempo. Durante el siglo XIX los chinos favorecieron mucho más las operaciones encubiertas que la recolección de Inteligencia durante los conflictos que la afectaron en sus fronteras. Buena parte de las operaciones encubiertas chinas giraban en torno a agentes secretos especializados en técnicas de asesinato de sus enemigos.
En tiempos recientes, y curiosamente, luego del fin de la guerra fría ha ocurrido un resurgimiento de Sun Tzu y su libro. El Arte de la Guerra nos enseña que el espionaje bien ejecutado marca la diferencia entre la victoria y la derrota en el campo de batalla. La comprensión del enemigo y la capacidad de utilizar la información adquirida de manera efectiva son elementos cruciales para el éxito en la guerra.
Hoy, y en parte gracias a Sun Tzu, muchas corporaciones y líderes reconocen el valor estratégico de la Inteligencia y el valor del arte de la guerra para competir en mercados globalizados y complejos, así como para combatir nuevas y sofisticadas amenazas.