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Seguridad cerebral

Toda seguridad implica una transacción. Para estar más seguros, algo debemos entregar. Usualmente es dinero, pero puede ser también tiempo, esfuerzo, comodidad o conveniencia. En algunos casos la transacción es directa, tangible y fácil de medir. Sabemos que el dinero compra tecnología y, la tecnología, bien aplicada, se traduce en más protección. En otros casos sin embargo, resulta difícil medir lo intangible. ¿Cuánto tiempo, esfuerzo o incomodidad implica más seguridad? Esta respuesta depende más de las percepciones filtradas por los sentidos y que se relacionan con nuestras capacidades para valorar los riesgos.

En nuestro cerebro operan simultáneamente dos sistemas de valoración de riesgos. Uno de ellos, vinculado a lo racional, identifica elementos tangibles para estimar si la transacción resulta justa y equilibrada, mientras que el otro, se fija en la proporción entre riesgo y seguridad, que por naturaleza es subjetiva y con variables más complejas que el costo en dinero.

Ambos “cerebros” son necesarios en esa estimación transaccional y mantenerlos en equilibrio representa uno de los más grandes retos de hoy para la toma de decisiones en el campo de la seguridad.  El detalle crítico de este proceso despunta cuando se altera el balance y las decisiones se inclinan hacia la percepción desplazando a la razón.  Es aquí cuando vemos a personas descender de vehículos blindados en plena calle seducidos por un carrito de perros calientes en una esquina oscura.

Bruce Schenier, criptógrafo y experto en seguridad escribe en su libro Beyond Fear (Copernicus Books, 2003), que  los humanos vemos afectado nuestro juicio frente a determinados riesgos cuando el balance entre razón y percepción se altera dependiendo las circunstancias frente a las cuales tomamos decisiones. Aquí algunos ejemplos:

  • Exageramos riesgos raros y atenuamos riesgos comunes
  • Resulta difícil estimar riesgos fuera de escenarios habituales
  • Percibimos los riesgos personificados como mayores a aquellos que son anónimos
  • Subestimamos los riesgos que voluntariamente asumimos y los sobrestimamos en situaciones que no podemos controlar
  • Sobrestimamos riesgos de los que se habla continuamente o están en debate público

Cada uno de nosotros decidimos en torno a la seguridad un poco con la razón, un poco con la percepción. Es un filtro personal que llevamos precargado en nuestro software de vida y que puede afinarse o deteriorarse de acuerdo a experiencias previas o prejuicios.

Cuando se amplía la base de consulta entre múltiples involucrados, puede lograrse un antídoto posible a la carga subjetiva que llevan las decisiones vinculadas a riesgos. La combinación de visiones tiende a nivelar los juicios, por tanto, la próxima vez que usted necesite valorar riesgos, no lo haga solo, comparta el proceso con otras personas con las que pueda debatir y llegar a conclusiones.

No existe hasta la fecha, Inteligencia Artificial con capacidad de entender y actuar desde la complejidad con apenas piezas sueltas de información, como lo hace la mente humana. Es un poder único de nuestra especie y del cual abusamos con frecuencia. La realidad no siempre es como la percibimos, de vez en cuando es recomendable poner un signo de interrogación sobre aquello, que por meros paradigmas, hemos dado siempre como seguro. Mantenga presente que una decisión transaccional de seguridad obliga a entregar algo .Por tanto, si alguien le llega a hablar de la mejor seguridad al menor costo, comience de inmediato a dudar.

Este artículo pertenece a la colección RAY en Seguridad. Fue publicado originalmente bajo el título Seguridad mental.

@seguritips

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