La inseguridad es noticia permanente en los medios de comunicación. No dejan de sorprenderme los análisis que de lado y lado (gobierno y oposición) se hacen sobre el tema, sobretodo, porque en ocasiones se confunden los diagnósticos con las soluciones, y los problemas con las propuestas para mejorar los indicadores. Después de todos estos años de inseguridad y violencia incremental, pareciera que todavía no entendemos la situación y no se vislumbran acciones concretas para, en definitiva, resolver el mal. Se trata del principal problema que como país tenemos y que día tras día despedaza a las familias de nuestra tierra. Vale aquí citar una célebre frase de Jack Welch Ex Presidente de General Electric: «Quien no entiende la realidad está fuera de ella y a merced de ella.» Todo indica que ignoramos las dimensiones del pantano en el que estamos sumergidos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que en un país en el que se haya traspasado la frontera de los 10 homicidios por cada 100 mil habitantes, se está entrando en serios problemas de salud pública. En el 2016, el Observatorio Venezolano de Violencia reportó que en la nación alcanzamos la cifra record de 92 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Para empezar a entender la realidad debemos comprender las causas raíces de la inseguridad. Tendríamos que comenzar preguntándonos ¿Por qué Venezuela es insegura y violenta? Las respuestas son muchas: impunidad, armas que circulan libremente, cuerpos policiales mal preparados y equipados, sistema judicial y penitenciario desbordado y corrupto, juventud sin oportunidades de desarrollo y progreso, etc. Haciendo un esfuerzo de síntesis se pueden agrupar las causas en cinco ejes: Institucionalidad, Cuerpos policiales, Legislación, Cultura y ciudadanía y Contextos socio urbanos. Una realidad con estas dimensiones de complejidad sólo es posible abordarla a través de una estrategia si de verdad queremos impactarla positivamente. En los gobiernos eficientes las estrategias exitosas se convierten en políticas públicas de seguridad y convivencia.
Planear una estrategia de seguridad ciudadana exige la identificación minuciosa del problema de la violencia, así como de sus consecuencias. Desde este punto, es necesario definir cómo debe ser la seguridad que necesitamos; a qué debe responder. En mi opinión, la seguridad debe servir para formar ciudadanía y crear espacios de convivencia y vida pacífica. Una seguridad que acompañe al ciudadano en el máximo desarrollo de sus aptitudes y potencialidades, que tenga medios efectivos para la resolución de conflictos y donde no se tolere la impunidad. La idea es que en la respuesta esté implícita el Norte de la estrategia. Es así como no puede haber estrategia sin dirección y sentido, de otra forma no sabremos si nos movemos a favor o en contra de los objetivos que estamos trazando.
Una estrategia requiere igualmente de líneas o ejes estratégicos de acción. Es decir, los planos en los que deben desarrollarse los programas, proyectos, propuestas e iniciativas. Las propuestas o proyectos aislados, sin el debido marco estratégico que los soporte no solucionan el problema. Incrementar, por ejemplo, el número de policías en la calle, sin saber cuáles son las zonas de mayor incidencia criminal, los días y las horas de acción del delito o los modos de operación de los delincuentes, es desperdiciar recursos y confundir aun mas al ciudadano en su percepción de inseguridad, pues el aumento de los delitos a pesar de mayor número de funcionarios en servicio lo que revela es incapacidad para entender y por ende, afrontar el problema. Es la seguridad a merced de la realidad.
El Norte y los ejes estratégicos son en conjunto, poderosas herramientas para priorizar iniciativas, conformándolas en proyectos y estos en planes y programas.
La estrategia es la mejor manera de ordenar problemas, recursos e ideas con el propósito de alinearlo todo al Norte hacia dónde apuntamos.
Dos aspectos determinantes en la estrategia son los indicadores y el presupuesto de ejecución. Los indicadores son el tablero de control y dirán si nos movemos en la dirección correcta. En este sentido debe tenerse claro que toda planificación estratégica es flexible y debe adaptarse a la dinámica de la realidad sobre la que pretende actuar. Estrategias demasiado rígidas terminan por colapsar sobre su propia estructura, mientras que aquellas muy abiertas pierden rápidamente el Norte y se extravían antes de mostrar resultados.
Algunos indicadores de seguridad ciudadana son las tasas de homicidio, número de robos o hurtos de vehículos y propiedades en determinados espacios, número de casos reportados de violencia doméstica, número de conflictos resueltos en las comunidades, metros cuadrados recuperados de espacio público, etc. Los indicadores son una especie de termómetro de la verdad en la estrategia.
El presupuesto por su parte, es el combustible que alimenta la estrategia. El objetivo de un buen administrador es alcanzar el Norte al menor costo y tiempo posible. Experimentar con improvisaciones divorciadas de la realidad es perder dinero y tiempo.
La mejor de las estrategias es aquella que se puede ejecutar. El fin de la inseguridad es posible, países vecinos fueron capaces de resolverlo sólo cuando la voluntad política y ciudadana entendió que la realidad no obedece a buenos deseos sino a acciones decididas de quienes nos gobiernan y a ciudadanos comprometidos con la transformación.
@seguritips
*Este y otros ensayos están disponibles en mi reciente publicación RAY es Seguridad, una mirada sencilla a un mundo complejo