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De la libertad individual al pequeño tirano

No me queda duda que a la creciente complejidad de nuestra actualidad la acompaña otro proceso, quizás más profundo, y sinónimo de la posmodernidad, me refiero a la individualización del ser humano y el fin de la cohesión social.

Con la llegada de lo Ulrich Beck llamó la Modernidad Reflexiva han ido surgiendo nuevos modos que han reemplazado a los viejos esquemas del mundo industrializado. Frente a la sociedad de masas se ha impuesto la creciente individualización del ser humano, que ya no requiere ser representado para acceder al poder o no depende de grandes estructuras corporativas para ejercer su profesión u oficio. La globalización y el desarrollo acelerado de las tecnologías de información han hecho del conocimiento un activo público y mucho más valioso que cualquier empresa de cemento y ladrillos.

La gente se ha desprendido de las etiquetas y uniformidades de la masa para convertirse en individuos integrados en un entramado complejo, y tecnológicamente acelerado de flujos y conexiones en los que vive, trabaja y se divierte sin necesidad de mediar con estructuras que limiten sus opciones, como lo hacían en la sociedad industrial. El paradigma de que había que entrar en el sistema para ascender socialmente ha caducado y le ha dado paso al mundo de las posibilidades infinitas.

La dinámica del mundo líquido, acelerada aún más tras la pandemia del COVID-19 trajo consigo un cambio de paradigmas en las formas de vivir y trabajar de la gente. Ante la pérdida masiva de empleos en miles de empresas por la abrupta caída de la economía de algunos sectores y la imposición de medidas restrictivas para la movilidad, la digitalización de los modos de producción experimentó un vertiginoso ascenso cabalgando sobre un proceso que ya venía en desarrollo.

La horizontalización y fragmentación de las organizaciones han otorgado al individuo nuevas posibilidades para ganarse la vida en formatos más libres e independientes. La prueba de esto es la dificultad que gran cantidad de empresas de consumo masivo o servicios han tenido en llenar puestos de trabajo en los niveles más bajos de las cadenas, aunque muchos lo atribuyen a las ayudas económicas otorgadas por los gobiernos a la población, en la realidad la gente ha descubierto que puede trabajar con más libertad y obtener mejores ingresos en comparación con oficios de salario mínimo y exigencias horarias extendidas.

En el proceso de individualización de la sociedad está implícita la libertad. Los hombres y mujeres que integran la sociedad líquida ya no están obligados a formar parte de una estructura jerárquica corporativa o incorporarse a una carrera en la administración pública para escalar posiciones. Ahora, con las posibilidades infinitas de la tecnología, desde un teléfono puedes integrarte (conectarte) a los cientos de redes que permiten competir en un mercado de servicios y productos que fluyen a través de la web.

En el mundo multiplexado y sin fronteras entre lo real y lo virtual opera también la economía digital. Un metaverso de posibilidades infinitas en el que se puede navegar en varios flujos y generar ingresos suficientes para una vida independiente. Esto se traduce en que simultáneamente se puede ser conductor de Uber o Doordash, producir y monetizar contenido en Instagram, crear NFTs, mientras mueves tus ahorros en la bolsa utilizando aplicaciones como Robinhood.

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Sin embargo no todo es tan brillante como aparenta ser y la individualización, en lugar de ser equivalente a la libertad, puede terminar convirtiéndose en su sucedáneo. Sólo en los países con cierto nivel de desarrollo y libertad es que los nuevos paradigmas de la individualización están creándose y floreciendo, al mismo tiempo, una cantidad muy importante de naciones con regímenes autoritarios sacan provecho de las ventajas de las tecnologías pero para controlar a niveles extremos a su población, y aunque las tendencias de la individualización están presentes, no son para darle libertad al individuo, sino para fragmentar el tejido social de los países y romper las ligas que cohesionan movimientos de reivindicación y cambio en las sociedades.

Como era de suponerse, la respuesta autoritaria de control extremo ante el proceso de individualización de la sociedad no sólo se limita a las grandes estructuras de los Estados. Al ser un modelo en redes es muy fácil que se replique en múltiples direcciones, lo que se transforma en la nueva amenaza líquida de crear pequeños tiranos en organizaciones civiles, en las cuales se imponen y polarizan las posiciones. Es una dinámica común ya no sólo en los partidos políticos, las comunidades vecinales o en gremios profesionales, sino que se extiende a corporaciones, instituciones y a ámbitos culturales y académicos.

La garantía de libertad de asociación, que había sido una fortaleza de las democracias, por su propia naturaleza abierta y horizontal, se ha convertido en su principal vulnerabilidad frente al autoritarismo ejercido por los pequeños tiranos.

El probable antídoto frente a las pequeñas tiranías se basa esencialmente en el fortalecimiento de las culturas e identidades. Dado que la individualización es un proceso indetenible lo importante es que las sociedades y las organizaciones generen sentido de pertenencia entre sus miembros. Es un nuevo equilibrio dinámico en el tejido social. El individuo, en tanto que reflexivo, ya que es la expresión de esta nueva modernidad, ya no tendría que responder a dogmas o ideologías para formar parte de una comunidad, sino que voluntariamente acepta e internaliza propósitos que los hacen converger en un mismo flujo de intereses.

En los arreglos móviles nada permanece en calma por mucho tiempo, el mundo es ahora un torrente de fuerzas y contrafuerzas que no se equilibran jamás. A la individualización y la libertad de producir se contrapone la globalización y la fractalización de las tiranías. Son de alguna manera, la síntesis líquida de los tiempos y que, a pesar de sus antagonismos, ninguna puede paralizar a la otra, sólo compiten para estar adelante.

@seguritips

*Este texto es un fragmento editado del capítulo 10 de Riesgos Líquidos

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