El pasado 16 de octubre de 2021, el Financial Times publicó una nota sobre el lanzamiento en días recientes desde China de un misil hipersónico con capacidad nuclear. Para muchos, no sólo en Estados Unidos sino en el mundo, esto se convierte en un flashback de la Guerra Fría y la carrera espacial, cuando en 1957, la Unión Soviética puso en el espacio el satélite Sputnik.
Un misil hipersónico es un cohete que puede equiparse con ojivas nucleares, capaz de viajar en una trayectoria exterior a la atmósfera terrestre a una velocidad de hasta cinco veces la del sonido. Su ventaja radica en que no existe aún tecnología para su detección y neutralización.
Dos días después de la noticia, un vocero del gobierno chino dijo que la prueba realizada no se trataba de un misil hipersónico, sino de un ensayo para un cohete espacial de uso civil. Sin embargo, la opacidad china en torno a estos temas ya es bien conocida y la opinión pública internacional no compra fácilmente las “aclaratorias” gubernamentales.
No es primera vez que el planeta presencia un escenario de confrontación atómica, pero resulta contradictorio que la situación esté planteada con dos países que han compartido en los últimos 50 años una historia de desarrollo económico y educacional completamente entrelazada. Hoy, por ejemplo, en Estados Unidos viven 5.4 millones de ciudadanos con herencia china.
El tema es que habitamos un mundo heterárquico y compartimentado, donde las alianzas en un plano no significan acuerdos en otro, y las guerras son ahora multidimensionales, con un foco muy especial en lo económico y lo tecnológico, que están, a su vez, directamente vinculados.
Sin embargo, en el plano militar los chinos no se han quedado detrás, como pasó en su momento a la URSS con la carrera armamentista. La inversión militar china no sólo ha sido sostenida, sino que no ha dejado de crecer desde 1990. Si bien, China está en un distante segundo lugar en inversión militar detrás de los Estados Unidos, algunos analistas proyectan que para el 2035, ambos países podrían equiparar sus presupuestos de defensa, y como el propio Xi Jinping lo ha dicho, “tendremos en 2050 un poder militar capaz de ganar guerras en todos los teatros de operaciones.”
No resulta sencillo imaginar una nueva guerra fría bipolar, como lo fue la anterior y que se extendió por 45 años. No son pocos los analistas que señalan que en este mundo globalizado e hiperconectado ya estamos peleando una guerra de múltiples planos y actores en los que convergen los más variados intereses, donde ninguna nación u organización, por muy pequeña que parezca, no se convierta, de alguna manera en un terreno de conflicto.
Aquellos que hoy tenemos responsabilidad en la seguridad de organizaciones y sociedades estamos obligados a entender estos nuevos espacios de confrontación, ya que, y a pesar de toda la aceleración posmodernista, en la guerra sigue valiendo todo.
Foto: EFE