Por muy trivial que parezca, y a pesar de todo lo que hayamos avanzado tecnológicamente, hasta ahora nadie ha podido decir con certeza qué nos depara el próximo segundo de vida.
Algo que sí sabemos, sin embargo, es que la materialización de los riesgos sólo puede darse a partir del presente, pues de haber ocurrido en el pasado ya estuviéramos sufriendo sus efectos, y probablemente, capitalizando el aprendizaje de la experiencia, de haber actuado previsivamente.
Imaginemos por un instante que podemos viajar tan solo unos minutos hacia el futuro. Tendríamos la capacidad de predecir accidentes, prevenir situaciones y salvar innumerables vidas. Desafortunadamente, los seres humanos estamos atados irremediablemente a las leyes universales de la física, lo que nos deja al pasado como única refencia y nuestro horizonte de visión, en cuanto a la mitigación de riesgos termina en el aquí y el ahora.
Del pasado podemos aprender mucho pero no lo podemos modificar, del presente nos queda vivirlo con las mejores habilidades que dispongamos haciéndonos conscientes de los riesgos que nos rodean, pero respecto al futuro, contamos con todo el potencial para imaginarlo en la mejor forma que podamos para tratar de descifrarlo y en ocasiones, pronosticarlo con un nivel aceptable de éxito.
¿Y por qué si es tan importante, no nos ocupamos más del futuro? Sólo puedo responder desde mi experiencia: los profesionales de la seguridad estamos tan comprometidos con el presente, y los problemas que debemos afrontar y resolver son tan urgentes, que simplemente no tenemos tiempo ni energía para ver (y menos pensar) más allá de hoy. De hecho, el futuro nos genera pánico porque es en él donde podrían hacerse realidad los riesgos, que por mera probabilidad nos obliga a concluir que, si no ha pasado hasta ahora, seguro pasará en algún momento, y ese “algún momento” queda indefectiblemente en el futuro.
Una característica curiosa sobre imaginar el futuro tiene que ver con nuestras posibildades de ver los resultados finales, pero no saber cómo llegamos hasta ellos. Es algo parecido a conocer el final de la película, no poder contar su trama. No es tan complicado entender qué pasa si ocurre un incendio o somos víctimas de un hecho delictivo, lo que jamás podremos imaginar es cómo puede ocurrir.
Lo cierto es que la multiplicidad de variables que actúan para definir el porvenir es tan grande y las interacciones entre ellas son tantas, y que además se incrementan a un ritmo tan acelerado, que es prácticamente imposible decodificar el siguiente segundo; sin embargo, al alejarnos un poco de las interacciones individuales y ver la foto grande (the big picture), empiezan a surgir patrones que muestran unas realidades que pueden describirse con cierto grado de precisión. Se parece un poco a los atractores que surgen del movimiento caótico de un péndulo, que por muy impredecible que sea su vaivén, al final terminará oscilando alrededor de un par de focos, describiendo una figura en forma de ocho.
Siendo así, ¿Cómo podemos aprovechar esta capacidad de construir escenarios de futuro para mejorar sensiblemente nuestros procesos de prevención?
Lo primero y más obvio es comenzar a pensar en el futuro de una manera más sistemática. Para ello, lo lógico es identificar algunas variables simplificadas sobre las que creamos va a depender el futuro, por ejemplo:
– Incremento o reducción de las amenazas (terrorismo, delincuencia organizada, ciberataques, etc.)
– Incremento o reducción de la conflictividad social violenta
– Incremento o reducción de las capacidades que tiene el Estado de combatir el delito
– Incremento o reducción de factores que externos que impactan el delito (inmigración, políticas públicas, cambios de gobierno etc.)
Podemos crear una escala cualitativa que permita valorar las variables, y a partir de ellas, construir un índice. Esto es, si observamos que existe un incremento en la delincuencia, la conflictividad social aumenta, los cuerpos de seguridad del Estado se ven rebasados y además, el entorno es favorable a que se creen condiciones para la inseguridad ciudadana. Evidentemente el índice será alto. De igual forma, las variables pueden comportarse de manera mixta y esto hará que los valores sean inferiores.
En segundo lugar, estas variables deben servir para generar posibles escenarios de futuro. Es decir, la combinación de variables va a generar distintas realidades sobre las cuales podemos ubicarnos e inclusive estimar cuál nos conviene y cuál no.
Como último paso imaginemos esos posibles futuros y hagamos un ejercicio de análisis para estimar de qué manera podemos estar mejor posicionados ante tales posibles realidades.
Algunas preguntas que conviene respondernos en este proceso de abordaje del futuro:
* ¿Tenemos algún equipo en nuestra organización que se ocupe de ver los riesgos que nos puedan afectar?
* ¿Cómo podemos obtener información que nos alerte con anticipación sobre estos riesgos?
* ¿Cómo podemos identificar potenciales amenazas?
* ¿Cómo podemos hacer un análisis de nuestras vulnerabilidades ante potenciales riesgos futuros?
* ¿Cómo podemos incorporar en nuestra toma de decisiones estos probables escenarios futuros?
* ¿Hasta dónde podemos predecir crisis que nos puedan afectar en el futuro cercano?
La seguridad no es un arte adivinatorio, pero la planificación de riesgos no se trata de predecir el futuro, es estar preparado para cuando este llegue. Cada vez que pienso en esto temas recuerdo una frase : «La mejor forma de predecir el futuro es crearlo» que pertenece a Peter Drucker y que la escribó en referencia a resaltar lo vital que es asumir la responsabilidad en el presente para crear un mejor futuro.
@seguritips
¡Excelente! Total ocupación sólo en el dia a día; nos encerramos en esa burbuja y no se mira más allá.