En los tiempos que corren, la información es uno de los principales activos que el analista de seguridad utiliza para planificar y tomar decisiones. De allí, que la calidad, oportunidad y sobre todo veracidad de los datos que se obtienen son determinantes para el logro de los objetivos de su organización. En algunos casos, a este proceso de recolección, análisis y divulgación de información se le denomina Inteligencia y debido a su importancia estratégica, es una función adscrita a la alta dirección de las empresas.
Dado el valor clave de la Inteligencia y conocida su relación con la protección frente a amenazas, el ejecutivo de seguridad se encuentra en la primera línea de conducción de este proceso, por lo que el éxito o fracaso en el logro de los objetivos estratégicos está directamente vinculado a sus responsabilidades. En pocas palabras, sobre el gerente de seguridad reposa la facultad de detener, continuar o modificar el curso de su organización, en función de la confiabilidad que posea, entre otros, su proceso de Inteligencia.
Me permito trazar estas fronteras alrededor de las responsabilidades del gerente de seguridad por una tendencia que cada vez aprecio con mayor preocupación, y es la propagación de noticias falsas que invaden a diario nuestra realidad.
Los fake news, o noticias falsas son en esencia una información no confirmada, pero disimulada con elementos de verdad, de la que se desconoce su fuente original, que viene acompañada con cierto sentido especulativo y usualmente rodeada de un halo de secreto filtrado. Ha sido una herramienta clásica de contrainteligencia empleada por aparatos de desinformación. Los fake news enrarecen la realidad y expanden las zonas grises, con el fin de deslegitimar a actores políticos o empresariales y confundir a la opinión pública.
Por la espectacularidad de su contenido, estas noticias se hacen rápidamente virales gracias al poder exponencial de las redes sociales. Con la propagación de noticias falsas se alcanza uno de los fines más buscados por quienes operan en contra de las instituciones democráticas; la generación de un estado general de incertidumbre, en el cual la verdad se funde con la mentira, la realidad con la fantasía y los hechos con las exageraciones, descolocando al ciudadano en su propio entorno, llevándolo a dudar de todo y de todos, provocando la angustia típica de quien se siente perdido en su propio espacio referencial, hundiéndolo en la desesperanza y la desesperación.
Con la pérdida de referencias y la elevación del nivel incertidumbre, se produce un fenómeno de inseguridad autoinducida, que opera como una espiral predictiva del caos y que lleva a la parálisis en la toma de decisiones. En mi libro, Riesgos Líquidos, clasifico a las noticias falsas dentro de los riesgos políticos – sociales que buscan la construcción de narrativas para cambiar la historia o destruir reputaciones.
Debido a su efecto destructivo en la generación de una seguridad positiva, al fake news debe combatírsele eficazmente partiendo desde su raíz, que no es otra que el poder propagador de la inestabilidad y la tergiversación de los hechos. El ejecutivo de la seguridad está obligado a tejer redes confiables para el intercambio de información. La interacción inmediata que hoy permiten las telecomunicaciones debe funcionar como aliada a los procesos de Inteligencia. El intercambio continuo y consciente de datos entre colaboradores de redes es una primera fuente de información que, de manera contributiva, sirve de filtro a los rumores y fakes.
Otro regulador de noticias falsas (en mi opinión, el más efectivo), es la intuición y la experiencia del analista. Uno de los momentos que más disfruto de mi profesión, es cuando amigos policías y analistas de trayectoria, construyen sus escenarios de la posible realidad. Que yo sepa, no existe tecnología, ni inteligencia artificial capaz de llegar a tal nivel de calidad interpretativa con apenas piezas sueltas de información. Si quieres conocer una versión factible e innovadora del futuro, habla con un funcionario de investigación.
Entre el repertorio de competencias del gerente de seguridad son indispensables dos destrezas blandas; la inteligencia social y la empatía. Con ellas, se edifican relaciones positivas y de alto valor que permiten validar datos de fuentes heterogéneas y en ocasiones sin aparente conexión. Por ello, siempre insisto que el profesional en el cargo debe “caer bien” y dejar de lado esos estereotipos de pocos amigos y caras amarradas.
Arthur Schopenhauer, filósofo alemán del Siglo XIX de profundo impacto intelectual en el pensamiento occidental, una vez afirmó: “la cantidad de rumores inútiles que un hombre puede soportar es inversamente proporcional a su inteligencia” y agrego yo: … y eso que en 1840 no existían redes sociales.