La mayor parte de mi tiempo profesional como consultor lo dedico al diseño de estrategias para mitigar riesgos. Con este propósito escribí, junto a Morela Behrens, el libro MAPS21: Carta de Navegación para una Organización Segura. Puede resultar fácil y hasta tentador, para los que trabajamos en planificación, creer que todo se resuelve desde las macro visiones de la realidad, sin detenernos a observar el mundo y sus detalles. La seguridad, en particular, está en el territorio de lo real, por lo que exige permanentemente la entrega de resultados tangibles. Elementos que demuestren que el trabajo se está haciendo y sus efectos están generando certeza y bienestar. De hecho, una manera muy efectiva de desmontar los efectos de percepciones negativas de la seguridad es mostrar datos duros y detalles concretos.
Uno de los atributos de una seguridad más positiva es la obsesión por los detalles. Aquí aplica que todo proceso puede siempre hacerse más seguro, lo que se requiere es su revisión continua y que exista disposición al cambio. Las pérdidas y accidentes son vistos como oportunidades para mejorar. Todo debe estar sujeto a revisión y pequeñas mejoras producen efectos notorios.
Recuerdo el caso de una empresa de tecnología que tenía un arco detector de metales instalado para alertar el ingreso de armas al local. Solo se usaba sobre los visitantes que solicitaban acceso al edificio. En una oportunidad se nos ocurrió hacer pasar tanto a visitantes como empleados al momento del egreso. En dos días de operación logramos recuperar discos de computadoras, pen drives, herramientas y hasta cubiertos que la gente hurtaba del comedor.
Es evidente que para implantar acciones concretas no se requieren mayores estrategias ni planificación a largo plazo. Un poco de conocimiento y mucha observación de la realidad pueden hacer milagros para la seguridad. El problema es que más temprano que tarde las ideas se agotan y si no existe el recurso estratégico como fuente y guía, las amenazas sacarán ventajas y volverán a colocarse por delante de las soluciones.
Voy a citar dos buenos ejemplos de la estrategia convertida en acción: el primero se refiere al desarrollo y aplicación de planes de continuidad de negocios como herramientas de respuesta a crisis y contingencia en las organizaciones. En estos planes, todo se lleva al detalle. El éxito está precisamente en planificar y especificar hasta lo más mínimo. El segundo ejemplo es la gerencia de proyectos tecnológicos de seguridad. En este caso, se diseña, planifica y ejecuta de acuerdo a una estrategia de protección física. Lo positivo de los proyectos de tecnología es que todo es tangible y sus efectos son de alto impacto positivo en la percepción y cultura de la organización.
Me sorprende encontrarme con frecuencia aun a tantos gerentes que siguen viendo a la seguridad como una función netamente operativa, algo así como la gestión del día a día, del apaga fuegos, sin levantar la mirada a un horizonte con un poco más de plazo. En este mundo todo está interconectado, la estrategia sin resultados concretos no sirve ni funciona; sin embargo, podemos pasarnos la vida en los detalles y perdernos en las hojas sin entender nunca el bosque donde estamos metidos.
*Este artículo pertenece a la colección del libro RAY en Seguridad publicado bajo el título: Perdernos en las hojas.
@seguritips
Muchas gracias Alberto.