El mundo de las posbilidades infinitas y la tentación de vivir al descubierto

La seguridad en el mundo de las posibilidades infinitas

Ante tantos y tan acelerados cambios en el ritmo de vida actual y la subsecuente incertidumbre que los acompaña como una sombra, resulta pertinente preguntarnos ¿Nos estamos preparando para los riesgos del futuro? Y cuando me refiero al futuro, no me imagino un mundo lejano en el tiempo, más bien a lo que nos estará pasando en muy corto plazo y para lo que estamos obligados a entenderlo si pretendemos tan siquiera abordarlo con algún nivel de éxito.

Pronosticar es uno de los retos más difíciles para un profesional, pues siempre corre el riesgo de equivocarse, pero en los tiempos que vivimos es imprescindible dibujar, así sea con líneas gruesas y asignando algún valor de probabilidad, los posibles escenarios del mañana. Sin ellos, se navega a ciegas en medio del océano del cambio sucesivo. No podemos, por tanto, abordar el futuro pensando que mañana será igual a hoy, y la inesperada para muchos, llegada del covid-19 es sólo una demostración.

Pero, volviendo a la pregunta inicial sobre los riesgos, me atrevería a realizar un ejercicio de pronóstico a manera de reflexión, un tanto filosófica, entendiendo que algunas tendencias del presente van a definir el porvenir inmediato y de lo que, sin duda, nos tendremos que ocupar quienes vivimos tratando de construir organizaciones y comunidades más seguras. Es bueno advertir que apenas comenzamos a rozar la superficie en el proceso de cambios acelerados y que las respuestas van a llegar un poco más tarde que los problemas. Sin embargo, una mirada más analítica es indispensable para apreciar si dentro de la incertidumbre actual aparece algún patrón, y a qué fuerzas responde, o si, por el contrario, estamos frente a una sucesión de eventos caóticos e inconexos entre sí.

En tal sentido, comencemos por caracterizar a la realidad de hoy; allí observamos que al romperse la barrera entre lo virtual y lo real nos liberamos de las restricciones de lo físico. Los individuos son ahora seres multiplexados, es decir, viven en un mundo -líquido- de posibilidades infinitas. Si antes existían 8 o 10 carreras universitarias, ahora hay múltiples rutas para configurar al profesional que se quiere ser. Si en el pasado, el tiempo de vida sólo permitía tener un número limitado de amigos y relacionados; con las redes sociales se pueden tener miles o hasta millones. Donde había un canal de televisión con un único contenido, ahora existe una puerta para infinitos canales con amplio espectro de temáticas. Esto ha llegado a un extremo tal, que hasta puedes elegir entre una diversidad de géneros sexuales, sin estar constreñido al ser simplemente hombre o mujer.

Los seres multiplexados, si bien llevan consigo un sinfín de posibilidades, igualmente son portadores de cantidad de vulnerabilidades, y para cada una pueden existir innumerables amenazas dispuestas a explotar cada flanco expuesto. Visto de otro modo, el mundo de las posibilidades infinitas, si nos descuidamos, puede transformarse en el de los riesgos infinitos.
Los multiplexados se desplazan entre lo físico y virtual sin detenerse en sus fronteras porque le son indiferentes, sus mentes ya han integrado la transición entre ambos mundos lo que les permite moverse sin dificultad en el espacio tiempo. Son individuos globales que están en todas partes y no están en ninguna, y aunque no pretenden desprenderse de la dimensión física que los ata a lo local, ya no pertenecen a un país, sino que son de un mundo de sitios infinitos. Pero, esta facilidad de lo ubicuo lleva igualmente consigo un riesgo omnipresente.

Aquello que nos da la máxima libertad de movimiento es también el más sofisticado sistema de observación y control a distancia. Las posibilidades infinitas existen porque la tecnología, cada vez más poderosa, portátil y fácil lo permite. Tenemos un móvil que nunca está a más de un metro de distancia de nuestros cuerpos y permanece conectado a una red planetaria marcando nuestra posición geográfica, registrando las comunicaciones y almacenando prácticamente todas nuestras actividades; desde cuantos pasos damos, hasta las horas de sueño diario. Pero, por si fuera poco, nos conectamos a las redes sociales y compartimos pensamientos, ideas, proyectos, opiniones, estados de ánimo y además, transmitimos live, lo que sucede en nuestro entorno.

En el mundo de las posibilidades infinitas vivir al descubierto ya no se considera una amenaza (aunque lo es) y más bien se transforma en una peligrosa tentación. Las redes sociales son para el individuo el medio de reconocimiento y validación de su existencia. Registrarlo todo y colgarlo online se ha convertido en el antídoto profiláctico de la exclusión. Ya los límites entre lo público y lo privado se han diluido de tal manera, que prácticamente no se requiere esfuerzo alguno para ver la vida de otros. Es la dimensión donde las paredes divisorias son traslúcidas y la gente disfruta exhibiéndose.

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Pero paradójicamente el sinfín de opciones que borra lo público de lo privado, construye infinitas oportunidades de anonimato. La cultura del avatar multiplexa al individuo, lo transforma en cualquier cosa que desee, lo eleva a la enésima potencia de lo real y lo virtual. Curiosamente, al borrarse la frontera con lo privado, el espacio público se hace infinito y todos se sienten con el derecho de opinar y decidir sobre todos. La ultra exposición minimiza el paradigma de lo reputacional. Todo puede llevarse al máximo escrutinio de lo público y nadie queda exento de la crítica y el cuestionamiento. Las redes sociales son a estos efectos, el registro indeleble de lo comunal.

¿Podemos entonces aspirar a la seguridad en el mundo de las posibilidades infinitas?
Habría que comenzar diciendo que la vida multiplexada no es antagónica la seguridad, aunque la decisión de vivir al descampado es per se una gran vulnerabilidad, todo dependerá de la forma de hacerlo y de quienes te acompañen. Se parece un poco a la experiencia de ir a una playa nudista; allí, es normal exhibirse, y como todos están igual de expuestos, en apariencia se desvanece el riesgo de la desnudez, aunque la amenaza siga allí presente, vale la pena la recompensa.

El asunto aquí es que para ser un multiplexado viviendo en el mundo de las posibilidades infinitas debe asumirse el riesgo asociado de la desnudez digital, pues la alternativa sería la insoportable realidad parroquial y constreñida en las tres dimensiones de lo físico.
Esta práctica de bajarle los costos al riesgo por la masificación de las vulnerabilidades es similar a la legalización de las drogas, en la cual, falsamente se cree que por el hecho regular su venta, deja de ser peligrosa y de efectos perjudiciales para la salud de quién la consume. Al final, toda responsabilidad se transfiere al individuo, que, tentado por las posibilidades infinitas, pudiera sentirse invulnerable, perdiendo así su conciencia frente al riesgo y terminando devorado por la ya mencionada ultra exposición, así en lo real como en lo virtual.

El gran reto de la protección trasciende, por tanto, el mero plano de lo físico, en el que se administran sistemas electrónicos o se supervisa al personal de protección; su función tendrá que apuntar al primero de los mandamientos de la seguridad: crear consciencia del riesgo.
En un mundo de posibilidades infinitas poblado de seres multiplexados el profesional de la seguridad no puede permanecer sujeto a su propio espacio, pues está llamado a trascender igualmente, y poder desarrollar una estrategia -multiplexada- de “evangelización” si pretende crear tal consciencia.
La función de la seguridad tendrá que evolucionar desde su discusión centrada en la resiliencia, para convertirse en el propulsor del cambio profundo en el ser humano y en su manera de relacionarse con el mundo que lo rodea. Si en algún momento, la seguridad se concibió en un modelo de capas (anillos) de protección ubicando al individuo como frágil objeto en el centro, ahora, el paradigma es totalmente a la inversa, es el ser humano multiplexado como el gran creador de halos de seguridad construidos desde la consciencia individual del riesgo y dirigidos a proteger las múltiples dimensiones en el mundo de las posibilidades infinitas.

Este nuevo modelo no está basado en la mitigación de los riesgos, sino en la minimización de las realidades potencialmente riesgosas. Dicho de manera más sencilla, si el ser humano puede crear un infinito número de espacios (virtuales y reales) entre los que se desplaza sin resistencia, podrá entonces generar ambientes (entornos) de riesgos mínimos, pero que sólo serán posibles, si existe plena consciencia de los riesgos que se corren en el proceso.
Volviendo a la playa nudista, el que se desnuda en ella se siente en plena libertad pues nada se interpone entre él y el entorno, pero está plenamente consciente que está en su punto de mayor vulnerabilidad y es, precisamente ese mindfulness del riesgo omnipresente lo único que puede protegerlo.

La seguridad del plano físico, atada a lo parroquial, tantas veces asociada al valor de la confianza, esta obligada en su evolución a asumir que sólo a través de la consciencia del riesgo puede ofrecer alguna garantía y a su vez, validarse para acceder en el mundo de las posibilidades infinitas.
Esta seguridad con plena consciencia del riesgo es una especie de seguridad para sí misma. Su característica clave será entonces su propia capacidad de auto observación. La seguridad ya no solo sería un proceso que reduce las vulnerabilidades de un objeto o de un entorno, sino que al construir la plena consciencia del riesgo hace al sujeto eje y valorador activo de los peligros que le circundan permitiéndole decidir previsivamente una ruta para desmontarlos, inclusive antes que se hagan evidentes.

No se trata de formar una unidad de Pre-Crimen, como la imaginada en el film Minority Report, capaz de detener el delito antes que se cometiera. Por lo pronto apenas llegamos a pronosticar muy torpemente el futuro, aunque tenemos poderosas herramientas de inteligencia artificial. En el mundo de las posibilidades infinitas habilitado por la tecnología la seguridad dependerá cada vez más del buen juicio de los seres multiplexados y globales pero aun humanos.

@seguritips

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