Nos ha tocado un tiempo y una realidad que exige una buena dosis de resistencia a la frustración.
Por muy previsivos que seamos, y por preparado que estemos ante contingencias, existen grandes probabilidades que las cosas salgan mal. Es por ello quizás, que en tiempos difíciles los triunfos se celebran de manera especial, por muy pequeños que estos sean. Sin embargo, no todos estamos configurados para trabajar en un terreno minado por el fracaso y muchos menos, preparados para sobreponernos a él y sacar de la experiencia nuevos y positivos aprendizajes.
A esta capacidad de imponerse a la adversidad se le llama resiliencia y me he referido varias veces a ella, ya que forma parte de un tipo de seguridad positiva, sobre la que he escrito durante algún tiempo y que está desarrollada en la nueva edición del MAPS21.
En el mundo de la física, la resiliencia es un atributo de algunos materiales, que les permite temporalmente deformarse para absorber presiones o impactos, para luego restaurarse a su estado original cuando se dejan de aplicar las fuerzas que lo afectan. Algo parecido a una esponja o a una pelota de goma.
Los individuos y las organizaciones que operan bajo conductas resilientes son altamente efectivas en la gestión de sus riesgos, sobre todo en entornos complejos, cargados de incertidumbre y adversidad, y al igual que la previsión, los modelos mentales resilientes están caracterizados por algunas competencias muy especiales que vale la pena estudiar, porque en ellas puede estar escondido un manual de supervivencia y éxito. Voy a describir las cinco que considero principales, aunque existen otras derivadas que quizás ustedes identifiquen en sus organizaciones.
- Inteligencia emocional: se trata de la habilidad para percibir, evaluar y expresar emociones adecuadamente. La gente emocionalmente madura afronta las situaciones difíciles o adversas con una visión más integral, lo que les permite hacer un mejor análisis de las consecuencias al momento de tomar decisiones en momentos de crisis. Un gerente con baja inteligencia emocional se va a “fracturar” en momentos de presión, dejando a su organización vulnerable en escenarios complicados.
- Inteligencia práctica: es la capacidad para resolver problemas y aprender de la propia experiencia, sacando beneficios de los errores. Los que vivimos en la realidad sabemos que las situaciones fuera de lo normal deben atenderse y resolverse con prontitud y con el mínimo de complicaciones. La toma de decisiones difíciles opera mejor la gente que se define como “cero rollos”.
- Inteligencia social: se refiere a la habilidad para establecer lazos afectivos con las personas del entorno. La gente que toma decisiones sabe que depende de la cooperación permanente de otros, así como, llevarse bien con todos los niveles, tanto desde dentro como de fuera de la organización. Para lograrlo, el gerente está obligado a establecer vínculos con las personas, sin que esto signifique bajar la guardia frente a violaciones de las normas. La gente “cara de perro” o que no cree en el valor de la amistad, sencillamente no puede ser resiliente.
- Autoeficacia: esta es la competencia de la valoración y la autoestima. Es el sentimiento sobre sí mismo acerca de las capacidades para encarar una situación difícil. No puede haber gerentes deprimidos, pesimistas o negativos. Si usted está en alguna profesión que requiere la toma permanente de decisiones, es mejor que empiece por tener buen humor, ánimo y visión positiva de la realidad. No se trata de vivir en la tierra de la fantasía, es suficiente con mirar el lado medio lleno del vaso.
- Disciplina personal: gerenciar lleva implícito el cumplimiento de una misión. Entre las competencias de más peso en un líder están los pensamientos y conductas orientadas a lograr los objetivos trazados. Para tomar decisiones difíciles es clave entender que no es posible postergar las tareas o dejar asuntos abiertos o sin resolver. Todo trabajo demanda cierre. Cada caso inconcluso es una vulnerabilidad abierta para la organización.
En mis años de experiencia puedo decirles que no resulta fácil conseguir personas dotadas con modelos mentales resilientes. Sin embargo, la buena noticia es que todas estas competencias son desarrollables en corto tiempo. Existen actualmente estudios de nivel superior especializados en la formación de líderes con mentes altamente resilientes. La dirección estratégica de las organizaciones debe entender que nos movemos cada vez con mayor rapidez e intensidad a escenarios más complejos, adversos e inciertos, lo que exige un reposicionamiento del gerente que toma decisiones frente a estas nuevas realidades. Ignorarlo o dejarlo para el futuro es arriesgar el éxito y pagar un precio muy alto.