El ocho de diciembre de 1991 se disolvía la Unión Soviética. Ya el proceso había comenzado en 1989 con la independencia de Hungría y la caída del muro de Berlín. Los propios rusos atribuyeron el fin de la era soviética a dos grandes deficiencias: Libertad y bienes materiales.
Un hecho curioso del fin de la URSS fue que nunca fue pronosticado. Las agencias de Inteligencia de los Estados Unidos y el Reino Unido no lo vieron venir, esto a pesar de los evidentes movimientos de independencia en los países de la Cortina de Hierro.
La situación de escasez sistemática en la URSS ya era seria al final de la Segunda Guerra. A Eisenhower una vez le preguntaron que, si él tuviera que llevar un libro prohibido a Rusia, ¿cuál escogería? Ante lo que Ike respondió: ¡Un catálogo de Sears!
El tema es que, en los primeros años de la disolución del bloque soviético, llamados los locos años 90, Rusia se inundó de tiendas de marca, carros nuevos y comida europea. Las mismas empresas y marcas que ahora han salido huyendo tras la invasión a Ucrania.
A los rusos les tomó una década ponerse al día con el capitalismo occidental, más o menos el mismo tiempo que aprovechó Putin para avanzar en lo que sería su proyecto personal. El 7 de mayo de 2000 llegaría a la presidencia. 22 años en los que han pasado cinco presidentes por la Casa Blanca.
En esos locos años 90, los activos de la Ex URSS fueron rematados por el gobierno de Boris Yeltsin entre el 93 y el 98, lo que aprovecharon muchos enchufados y amigos del también disuelto partido comunista, que en Rusia los llaman oligarcas, para comprar bancos, empresas y hasta petroleras.
Fue el caso de la Yukos, una de las petroleras estatales adjudicada a Mijáil Jodorkovski, convertido en magante famoso de Rusia a finales de los 90. La carrera de Jodorkovski, sin embargo, no fue muy lejos, con la llegada de Putin, muchos empresarios rusos debieron asilarse y abandonar sus activos, pues varios de ellos tenían aspiraciones políticas y creyeron que Rusia podía cambiarse, aunque por casi 10 años habían venido expandiendo sus “jaulas” convencidos que con las reformas económicas el país entraría en la libertad, Putin no pensaba igual. En 2005, Jodorkovski terminó expropiado y en la cárcel.
Ha sido una constante histórica de la nación rusa, que cada vez que su situación mejora, se expande y con el tiempo entran en decadencia y vuelven a contraerse. El último ciclo ocurrió en 1992 con el fin de la URSS, y apenas 30 años después, en 2022, Putin retoma, lo que él y su generación entiende como destino manifiesto y avanza sobre Ucrania.
Este mismo Putin, quién es un ícono del marketing en su país y aparece en grandes avisos mostrando relojes costosísimos y lentes de sol, sufrió en la época de la guerra fría, los rigores de las privaciones materiales, por eso, muy temprano entendió que abrir el mercado, en lugar de ser una amenaza, le favorecía para mantener su régimen autoritario. Práctica que ahora adoptan varios tiranos tropicales en componenda con su propia casta adaptativa para simular prosperidad y hacer creer que tener acceso a bienes sustituye a la libertad.
Es comprensible, que luego de tanto sufrimiento la gente, agotada y sin esperanzas termine prefiriendo las jaulas grandes y poniendo a un lado las libertades. Que lo digan los rusos, que luego de 30 años vuelven a su ciclo histórico de escasez como precio de las pretensiones expansionistas de sus líderes.