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La guerra de Putin y el fin de la unipolaridad

Esta semana la invasión rusa a Ucrania traspasó el umbral de los 100 días. A pesar de ello, aun es temprano para hablar de vencedores y vencidos. Lo que para algunos sería una guerra rápida, comienza a revelar su propia naturaleza y lo que se ve venir no es precisamente el fin, sino una nueva etapa de un conflicto de otras dimensiones.

Sobre el terreno, la estrategia militar rusa de concentrar sus fuerzas en el Donbas para lograr el control completo de la zona ha dado resultados, aunque los ataques sobre otras ciudades como Odessa y Kyiv no han se han detenido. A esto debe sumarse la apertura del corredor hacia el mar Negro y que incluye la ocupación de Mariúpol, también bajo dominación rusa. El presidente Zelensky declaró recientemente que las tropas rusas tienen ya el control del 20% del territorio ucraniano.

Pero esta guerra es mucho más que los combates sobre las ciudades y podríamos ubicarla en 2014 como fecha de inicio, cuando Rusia, tras la revuelta civil que desalojó al presidente pro ruso Viktor Yanukovich y que facilitó la ocupación rusa de Crimea. Desde entonces, los ciberataques en contra de Estado ucraniano, sus servicios y su infraestructura crítica, así como la rusificación de la población ucraniana en la frontera no han cesado.

En los últimos seis años, Putin nunca ha dejado de estar en guerra contra Ucrania. El 24 de agosto de 2017, por ejemplo, día del 26avo aniversario de la independencia de Ucrania de la Unión Soviética, Rusia lanzó un ataque masivo a todo lo que estaba conectado a la internet en territorio ucraniano, causando daños aun no cuantificados.

Luego de estos 100 días de guerra empieza a mostrarse mejor el mapa de actores, en lo que sería una potencial reconfiguración del poder en planeta. Tras las sanciones impuestas a Rusia a finales de febrero de 2022, la economía del país sufrió un bajón severo que se reflejó principalmente en la caída del rublo y la escasez de bienes. Sin embargo, a hoy, la moneda rusa ha recobrado el valor perdido, la escasez se ha reducido de manera considerable y la inflación se estima, no será superior al 23% en 2022. Todo ello gracias a la participación muy activa de China y la India, que han activado un sistema triangular de compensación bancaria, lo que le ha permitido a Rusia saltar los bloqueos económicos.

Por otro lado, la Unión Europea apenas los primeros días de junio pudo acordar un plan para dejar de comprar petróleo y gas a Rusia, aunque aún varios pasos para lograrlo dependen del suministro desde terceros países que no tienen capacidad adicional de producción y la posición de Alemania no está del todo definida.

Los chinos por su parte no han detenido el envío de bienes a Europa y si bien, el intercambio comercial se ha visto afectado por la guerra, nuevas opciones están apareciendo, incluyendo la reactivación de las rutas férreas desde China hasta Alemania, Bélgica y Francia. Una especie de nueva ruta de la seda.

Mientras tanto, los Estados Unidos ha asumido la mayor parte del costo económico de la guerra. A la fecha, más de 70 mil millones de dólares han sido presupuestados (incluyendo los aportes de la OTAN) para el suministro de armas y ayuda humanitaria en un conflicto que ha transformado a Ucrania en un país arrasado y, al mismo tiempo, en un tapón para las pretensiones expansionistas rusas.

El avance de la OTAN hacia Finlandia y Suecia es otra fase de la nueva geopolítica del conflicto, a la que, por cierto, Putin ha desestimado y para lo cual utiliza a Turquía como aliado no convencional para bloquearlo.

Rusia, en su larga historia de guerras ha aprendido que toda guerra tiene en su fase inicial un altísimo costo reputacional, lo que pareciera haber soportado y ahora se prepara para un período de normalización, para el cual no tiene ningún apuro en su doctrina de guerra prolongada, pues la toma del territorio ucraniano va a continuar.

Todo esto es lamentable para las democracias y en particular para el pueblo ucraniano que con su tenaz resistencia trata de contener la guerra y recuperar su territorio, aunque parece poco probable que a estas alturas logre revertir la invasión. Aun es temprano para visualizar el fin del conflicto y va a depender, en parte, de las intenciones reales de Putin de hasta donde está dispuesto a llegar.

Estamos en tiempos en los que toda guerra es global, y esta no es la excepción. En 2007, en un famosísimo discurso que Vladimir Putin dio en la conferencia de Múnich sobre seguridad global, enfatizó sobre la necesidad del fin del mundo unipolar liderado por los Estados Unidos a partir de 1990.

“¿qué es un mundo unipolar? Sin embargo, se podría embellecer este término, al final del día se refiere a un tipo de situación, a saber, un centro de autoridad, un centro de fuerza, un centro de toma de decisiones.

Es un mundo en el que hay un amo, un soberano. Y al fin y al cabo esto es pernicioso no solo para todos los que están dentro de este sistema, sino también para el propio soberano porque se autodestruye desde dentro.

Y esto ciertamente no tiene nada en común con la democracia. Porque, como saben, la democracia es el poder de la mayoría frente a los intereses y opiniones de la minoría.”

Hoy, todo apunta hacia una redistribución del poder con el surgimiento de un polo, que ya no es una única potencia, sino una red de naciones que se entreteje para disputarle el poder a occidente y en la cual Rusia ha asumido la dimensión física y convencional de la confrontación.

@seguritips

 

 

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