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Identificar amenazas, objetivo clave de la seguridad

Una adecuada evaluación de seguridad debe identificar las amenazas. Todo aquello que se valga de nuestras debilidades para causarnos un daño es considerado una amenaza. Usualmente, creemos que las amenazas provienen desde fuera, pero es muy común que existan amenazas internas. Son estas las más peligrosas porque nos conocen muy bien y saben atacarnos por nuestros puntos más vulnerables.

Las amenazas pueden ser personas, organizaciones y circunstancias. El clima o la posición geográfica pueden ser también amenazas. Las islas del caribe viven en peligro entre junio y noviembre porque huracanes y tormentas son verdaderas amenazas. Para la seguridad, sin embargo, los fenómenos naturales no son considerados como agentes malignos o intencionales, por tanto, son materia de seguridad, pero su abordaje obedece a una estrategia distinta.

La situación sociopolítica, la impunidad con la que actúa el hampa, en sentido amplio, son igualmente consideradas amenazas, aunque no resulta fácil definirlas. Empleados molestos o personas con mucho poder o capacidad para la toma discrecional de decisiones se convierten fácilmente en amenazas para sus organizaciones y pueden transformarse con facilidad en agentes con intención de generar peligros.

Toda amenaza lleva consigo un valor probable de causar daño. Es decir, algunas amenazas son más peligrosas que otras. Depende de la situación en la que esta se haga presente. Que falle la energía eléctrica en un hospital es más grave que se le vaya la luz a un colegio. En ambos casos son amenazas, lo que varía es la potencialidad y severidad del daño, pero como indicamos previamente, este tipo de amenazas y los riegos que pueden producir deben abordarse en planes de reducción de impactos ante circunstancias no deseadas, pues no existe intencionalidad específica en ellas.

 

Debido a que las amenazas no están bajo nuestro ámbito de control, resulta difícil actuar sobre ellas. Por esto optamos por protegernos nosotros mismos, antes que atrevernos a salir a “convencer” a las amenazas de no hacernos daño.

En el caso de la seguridad ciudadana resulta obvio que dialogar con el hampa para disuadirla de no cometer delitos no es un método de lucha anticriminal. Sin embargo, a través de políticas públicas bien diseñadas y ejecutadas se puede desincentivar al delincuente para que no atente contra los ciudadanos. Esto se logra haciendo que el costo de delinquir sea tan alto, que la recompensa que se obtiene por el delito simplemente no amerite el riesgo que se corre.

Desde esta perspectiva, la impunidad se convierte en la aliada principal de hampa, porque reduce el costo del delito a su mínima expresión.

En el ámbito privado, la implantación de normas claras, bien delimitadas y que sirvan para separar lo correcto de lo incorrecto operan como un excelente disuasivo para potenciales amenazas internas que se les ocurra atacar a la organización. Otras herramientas menos tangibles, pero altamente efectivas son la construcción de una cultura de seguridad basada en valores; como la lealtad, el sentido de pertenencia, la honestidad, la confianza y la previsión.

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El análisis de amenazas no es estático. Al contrario, las amenazas se pueden mover dentro de una escala de valores según la severidad con la cual pueden causar daños. Igualmente, algunas potenciales amenazas podrían en oportunidades convertirse en aliadas, si se presentan algunas condiciones que favorezcan el acercamiento para lograr efectos positivos. Se trata aquí de la creación de antiamenazas, si me permiten el término. Es el caso de iniciativas de responsabilidad social a través de las cuales se ha podido intervenir en comunidades con el propósito de rescatar a jóvenes en riesgo de caer en las redes del hampa y que en muy corto tiempo se tornan en amenazas, no sólo para las empresas sino para los sectores donde viven estos delincuentes en potencia y que, con acciones precisas pueden ser desactivados y transformados.

Entender la complejidad de la realidad en la que vivimos pasa por identificar las amenazas que tenemos dentro y fuera de nuestras organizaciones, así como, clasificarlas de acuerdo con sus capacidades de actuación y sus potencialidades para causar daños. En el análisis deberíamos inclusive evaluar las posibilidades que tendríamos para transformarlas en aliados confiables y en actores más involucrados con nuestra seguridad. Es otro tipo de seguridad. No es un reto fácil, pero si seguimos abordando la inseguridad con los métodos tradicionales, sin ninguna duda no conseguiremos resultados distintos. Las propuestas de seguridad, en cierta medida, son un proceso de ensayo y error, por lo que tenemos el deber de experimentar con aquello que tienen potencialidad de cambio hacia lo positivo.

Este texto es una versión actualizada publicado previamente en la serie RAY en Seguridad, bajo el título Antiamenazas

@seguritips

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