En esta reflexión abordaré de nuevo la pregunta sobre la existencia de una filosofía de la seguridad. Mi propósito es que además de una reflexión, sea una invitación a pensar profundamente sobre la naturaleza misma de la seguridad y su papel en la sociedad contemporánea.
Si entendemos la filosofía como el ejercicio del pensamiento crítico y sistemático sobre conceptos fundamentales, entonces una filosofía de la seguridad no solo es posible, sino necesaria en nuestro mundo cada vez más complejo. El método que empleo en esta oportunidad es hacer algunas preguntas abiertas que estimulen a mis lectores a trascender en la visión convencional, trasladándonos a un terreno de análisis más “metafísico”, si es que acaso esto es posible en nuestra profesión.
La seguridad, lejos de ser un concepto estático, ha evolucionado significativamente. Ya no se limita a la mera protección contra amenazas físicas, sino que abarca dimensiones psicológicas, sociales, económicas y hasta existenciales. En este sentido, una filosofía de la seguridad debe abordar cuestiones ontológicas: ¿Es la seguridad un estado alcanzable o un proceso continuo? ¿Cómo se relaciona con otros conceptos fundamentales como la libertad, la justicia y la dignidad humana? En tal sentido, soy un fiel creyente de los modelos dinámicos y las organizaciones móviles a fin de responder a nuevas amenazas.
En relación con la libertad, incluso podríamos ir más allá y cuestionar si esta oposición es real o es producto de una concepción limitada de ambos conceptos. ¿Es posible concebir una seguridad que, en lugar de restringir, potencie la libertad? Esto nos llevaría a explorar modelos de seguridad participativa y comunitaria, donde los modelos de protección no sean exclusivamente impuestos desde el poder, sino construidos colectivamente.
Además, en la era de la información y la hiperconectividad, una filosofía de la seguridad debe abordar nuevas dimensiones. La seguridad digital, por ejemplo, plantea retos únicos que cuestionan nuestras nociones tradicionales de privacidad, identidad y propiedad. ¿Cómo equilibramos la necesidad de seguridad en el ciberespacio con el derecho a la privacidad y la libertad de expresión? Esto nos conecta con un par de conceptos que me resultan tremendamente interesantes; como la «soberanía digital» y el «derecho al olvido». Ambos son temas fascinantes que abordaré en artículos futuros.
La idea de «riesgos líquidos», es sin dudas, un concepto que merece mayor exploración. En un mundo de cambios rápidos y constantes, ¿cómo podemos desarrollar un marco filosófico que nos permita comprender y abordar riesgos que son por naturaleza cambiantes e impredecibles? Esto podría llevarnos a explorar ideas de la filosofía del proceso o incluso del pensamiento complejo de Edgar Morin, Baudrillard y otros, como lo sugerí en mi libro sobre riesgos líquidos.
Otra dimensión que una filosofía de la seguridad debería abordar es la ética de la seguridad. ¿Cuáles son los límites morales de las acciones que podemos tomar en nombre de la seguridad? Aquí valen las interrogantes como la justicia preventiva, la vigilancia masiva y el uso de la tecnología para predecir y prevenir el crimen. ¿Cómo equilibramos la seguridad colectiva con los derechos individuales?
Aquí retomo la idea de «riesgo tolerable» mencionada en mi artículo anterior sobre el tema, pues es crucial y merece una exploración más profunda. ¿Quién define qué nivel de riesgo es aceptable para una sociedad? ¿Cómo se toman estas decisiones en una sociedad democrática? Esto permite considerar la relación entre seguridad y democracia, y cómo los procesos de toma de decisiones sobre seguridad pueden ser más horizontales y que tomen más en cuenta la necesidad de construir sociedades más seguras a partir de la conciencia individual del riesgo.
Por otro lado, una filosofía de la seguridad contemporánea no puede ignorar los desafíos mundiales como los conflictos transnacionales entre actores no estatales, las pandemias o la inteligencia artificial. Estos fenómenos desafían nuestras nociones tradicionales de seguridad nacional y nos obligan a pensar en términos de seguridad global y seguridad de la especie. ¿Cómo desarrollamos un concepto de seguridad que sea verdaderamente planetario y que considere no solo a la humanidad actual, sino también a las generaciones futuras y a otras formas de vida?
Por último, pero no menos importante, una filosofía de la seguridad debe abordar la dimensión psicológica y existencial. En un mundo donde la incertidumbre parece ser la única constante, ¿cómo cultivamos un sentido de seguridad interior que nos permita enfrentar las angustias de la vida con resiliencia y creatividad? Esto implica la urgencia en entender la intersección entre la filosofía de la seguridad y disciplinas como la psicología, la neurología y la espiritualidad.
En estas dinámicas líquidas, una filosofía de la seguridad no solo es posible, sino imperativa en nuestro tiempo. Debe ser un campo de investigación interdisciplinario que nos ayude a navegar los complejos desafíos de nuestro mundo, equilibrando la necesidad de protección con los ideales de libertad, justicia y dignidad humana. Al hacerlo, puede proporcionar un marco conceptual sólido para el desarrollo de políticas y prácticas de seguridad con alcance más universal, éticas y mucho más humanas.