En Venezuela tenemos policías pervertidos y magistrados con prontuarios

Quizás esa es una de las razones de la escalada de violencia en el país suramericano. El por qué de ese avance y la manera de mitigarlo es el tema que nos ocupa en Conversaciones con el ingeniero Alberto Ray, consultor en seguridad y especialista en diseño de estrategias para la disminución de riesgos.

Estudios de opinión indican que la violencia es uno de los principales problemas que agobia a la ciudadanía revelando además, que la actual administración no hace nada para solucionarlo

Todo Estado tiene entre sus funciones principales proteger a sus ciudadanos. El Estado venezolano, en cambio, es el principal promotor de la violencia y la agresión contra la gente. El concepto de seguridad está definido como la ausencia de amenazas. El Estado que cumple con sus tareas se ocupa de retirar las amenazas de la sociedad ya que el ciudadano común no está habilitado ni dotado de instrumentos para eliminarlas. En Venezuela el monopolio de las armas la tiene la Fuerza Armada y el control del orden público las policías, pero la ciudanía está indefensa por ser el propio Estado quien ejerce la violencia procurando someter, a través de la amenaza e intimidación, al ciudadano común con un objetivo político.

¿Cómo se defiende una sociedad donde quien administra el Estado promueve a los llamados colectivos calificándolos de defensores de la patria y los ciudadanos que protestan ante realidad son considerados delincuentes?

Continuando con la protesta, con las manifestaciones lideradas por lo que conocemos como la resistencia. Ese es el camino natural de defensa que ha conseguido la sociedad. Son individuos muy jóvenes, extremadamente arriesgados, capaces de oponerse contra aquello en una lucha asimétrica. Lo que viene sucediendo en el país es que con orden judicial o no, presencia de fiscales o no, con uniformados y/o encapuchados se meten hasta en los hogares –que por ley son inviolables- y se llevan detenidos a cualquiera sin posibilidad de reclamar nada a nadie. Esto delata que el sistema llegó al borde. Cuando un sistema llega a esto, en seguridad lo llamamos la incoherencia de los bordes: todo se hace irregular, incongruente, inadecuado y hasta inexplicable, rompiéndose las relaciones causa-efecto.

¿Qué pasa cuando los países llegan a esos bordes?

La ciudadanía explota produciéndose la sublevación popular. En Venezuela, la violencia no viene de parte del ciudadano, sino de un opresor que termina explotando al máximo la pasividad, la tranquilidad de la ciudadanía, colocándola en una situación de defensa y hasta de lucha. Este es un camino largo y ejemplo de ello lo tenemos en Siria. Allí se llegó al borde y a los ciudadanos no les quedó más remedio que huir o defenderse y la defensa involucra agresiones para poder sobrevivir al ataque. Lo terrible es que los venezolanos nunca fuimos formados para un modelo de este tipo, y es tan así, que todavía hoy nos llaman a una elección simbólica y 7 millones y medio de personas salen y participan. Así dirimíamos en este país las confrontaciones, el voto era nuestra defensa, es en lo que hemos creído y en lo que seguimos creyendo.

Ha dicho usted habrá una explosión, ¿quién gana, quien pierde?

Estamos en la etapa de la sublevación. Cuando los pueblos explotan nadie gana. El problema de las confrontaciones asimétricas es que todos perdemos. El Estado se deslegitima más y el ciudadano pierde su trabajo, propiedades y hasta la vida. Este es un escenario de desmontaje y disolución violenta del Estado.

Todo tiene un término. Al volver a la democracia ¿cómo se desmonta la industria delincuencial que pulula en las calles, organismos del Estado, centros penitenciarios, empresas privadas, cuerpos policiales y Fuerza Armada?

En los actuales momentos el sistema está montado para la corrupción y ella será parte de su propia destrucción. Cuando se implante un sistema diferente vendrán cambios. Yo le diría que el primero de ellos deberá ser la correcta aplicación de la justicia. La no impunidad, la sanción oportuna es el costo del delito. Si las cifras actuales alcanzan el 96% de impunidad entendemos que la industria de la delincuencia es enorme. La no impunidad empieza por los cuerpos de seguridad, sigue por la fiscalía, tribunales y termina en el sistema penitenciario. Si esas cuatro patas de la mesa del sistema de enjuiciamiento criminal están destruidas no puede sostenerse por mucho más tiempo. Si alguna oportunidad tenemos en el futuro es que el nivel de destrucción es tal que todo habrá que hacerlo nuevo, no habrá que reconstruir sino construirlo todo. Tenemos gente que ha venido pensando y preparándose para ello. Los resultados no serán inmediatos, pero se tendrá que avanzar con la mayor celeridad posible.

¿Por dónde comenzaría la reconstrucción o construcción de los cuerpos de seguridad?

Colocando a la cabeza de esos cuerpos gente proba, con trayectoria, reconocida y con experiencia. Luego, empoderándolos, devolviéndoles la autoridad necesaria para acometer sus funciones. Seguidamente, retomar el tema de la meritocracia, depurar los cuerpos y crecer aceleradamente porque el déficit hoy es de 150 mil policías preventivos. La inversión deberá ser importante porque se tendrá que revisar las condiciones sociales y económicas del policía, no puede seguir éste viviendo al lado del malandro que debe perseguir. Tenemos que crear una policía del siglo XXI, con la tecnología de punta a su disposición. Nuestros policías de hoy saben donde están ubicados los malandros, pero tienen órdenes expresas de no actuar.

La violación y la tortura por parte de cuerpos de seguridad ha sido una constante en las detenciones, según un informe revelado por el Secretario Almagro, ¿cómo se perdona a un violador uniformado?

Ese es uno de los problemas más serios con el que nos vamos a enfrentar. Nosotros, desde ya, debemos comenzar a trabajar en el post conflicto. Debemos hacer el mayor esfuerzo en sanar a nuestra sociedad porque si no lo hacemos, quedaremos prisioneros del conflicto toda nuestra vida. Existen muchas experiencias en este sentido en el mundo, procesos de sanación ciudadana, donde hay el perdón, pero donde tiene que haber justicia. Estamos en la incoherencia de los bordes donde tenemos policías pervertidos y magistrados con prontuarios. Realmente algo inexplicable. Justicia, la gente pide justicia y aplicarla es el inicio de la satisfacción humana y de la sanación.

Entrevista por Nitu Pérez Osuna  https://goo.gl/FEMCE2

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