En los dos últimos artículos he venido dejando pistas sobre cómo jugar en el contexto líquido, y si bien mi aproximación ha sido estratégica, pienso que en algún punto tenemos que entrar en lo táctico, y es precisamente aquí, en el juego a dos bandas entre adaptación y creación donde podemos poner en práctica esa fusión del mindset con la estrategia.
Voy a listar un decálogo de acciones que he venido recopilando en estos tiempos y que son propias del juego líquido. A algunas organizaciones les resultará unas más sencillas o aplicables que otras; mi propósito con este inventario es darles un input a los practicantes y gestores de riesgos para que puedan comenzar a formular planes de acción. Estas iniciativas no tienen un orden específico de ejecución y en su conjunto pueden verse como una coreografía de adaptación y creación.
Abrazar el cambio y la incertidumbre: Aceptar y abrazar el cambio y la incertidumbre como fuerzas constantes e inevitables en lugar de resistirnos a ellas. Al igual que Nietzsche expuso el devenir como una condición de la realidad, las organizaciones deben prepararse para la fluidez y la transformación continua. En esta aceptación está implícita la flexibilidad de pensamiento, la agilidad y adaptabilidad en la toma de decisiones y la actitud anticipativa frente a las variaciones del entorno.
Atreverse a entender la complejidad: En la realidad hiperconectada y acelerada las organizaciones deben lidiar con una complejidad creciente. Los problemas se han tornado en retos altamente intrincados y multifacéticos. Si bien, no existe una receta única para entender la complejidad, un buen inicio es identificar las fuerzas o variables que operan en la realidad que nos circunda y determinar cuál es su estado actual. Navegar la complejidad es parte de un proceso continuo de construcción de resiliencia organizacional.
Cultivar una cultura de tolerancia al riesgo: Las organizaciones deben reconocer que la incertidumbre implica riesgos, pero también oportunidades. Una clave para la formación de cultura del riesgo es alentar a los equipos de trabajo a asumir riesgos calculados, así como a experimentar sin temor al fracaso. Celebre los intentos, incluso si no tienen éxito, y utilice los fracasos como oportunidades de aprendizaje. Esta es la base de la resiliencia.
Liderar con el ejemplo: Ante la incertidumbre, conducir a la gente a través del ejemplo es la forma más poderosa que tiene un líder para influir en su organización. Cuando los líderes modelan con consistencia los comportamientos y valores que predican, inspiran confianza y respeto genuinos en sus equipos. No están simplemente dictando reglas, sino demostrando a través de sus propias acciones lo que consideran importante. La imagen clásica del líder que está por encima de sus seguidores ha migrado a un modelo más horizontal y directo que agrega además un componente de humildad ante lo desconocido.
Innovar como proceso natural: La innovación en las organizaciones líquidas es parte integral del proceso productivo, y no un agregado que opera por separado o de manera aislada a la realidad corporativa y sus desafíos. Para innovar se requiere primero la generación de ideas en todos los niveles de la organización. Un ejercicio poderoso para alentar la innovación empieza con la colaboración interdisciplinaria y la creación de un entorno donde se valoren las iniciativas nuevas y diferentes, en espacios seguros que favorezcan la expresión libre de las ideas, sin juicios ni críticas.
Aprender y experimentar continuamente: Aprender es un juego sin fin en el mundo líquido. Las organizaciones que así lo asumen, lo insertan en su cultura y lo conectan a la innovación, convirtiendo inclusive a sus clientes en parte del proceso. Brinde capacitación y oportunidades de desarrollo profesional a sus colaboradores para que adquieran nuevas habilidades y conocimientos. Esto les permitirá adaptarse más fácilmente a los cambios y contribuir a la creación de nuevas soluciones. Aprender es una forma de devenir.
Construir redes: La autoorganización emerge de la complejidad porque es la forma más eficiente para coordinarse frente a los desafíos del entorno. Estos modelos de organización se expresan en la construcción de redes de múltiple naturaleza que se entrecruzan y a través de las cuales se propaga la información, los modos de comportamiento y las respuestas. Las organizaciones deben convertirse en nodos de estas redes e interactuar constantemente con su entorno. Las redes potencian a los equipos e individuos para que respondan con agilidad a los cambios de la realidad. En un entorno no lineal, la toma de decisiones centralizada y jerárquica puede ser demasiado lenta y rígida, por ello las redes brindan autonomía y descentralizan la capacidad de actuar sin perder la alineación.
Desarrollar un propósito y su narrativa: Las comunicaciones en el mundo líquido exigen que se defina un propósito compartido, que proporcione un sentido de dirección general, sin estar atado a planes rígidos. Este propósito debe estar acompañado de líneas narrativas que lo presenten de la forma adecuada a la organización. Esto crea un punto de anclaje estratégico, emocional y cultural que permite la fluidez y la adaptación dentro de un marco de valores y objetivos comunes. El propósito es más que una meta o un objetivo; es un compromiso arraigado en la identidad del equipo. El sentido de dirección general trasciende las circunstancias específicas y los detalles operativos. En lugar de limitar la creatividad y la adaptabilidad, el propósito actúa como un catalizador para la innovación y el cambio positivo. Al estar alineados en torno a este propósito compartido, los individuos encuentran sentido de pertenencia y conexión.
Revisar y optimizar continuamente los procesos: En el mundo líquido las organizaciones deben permanecer ágiles y adaptables. Los procesos son por definición, las partes móviles del sistema, por tanto, no pueden permanecer invariables cuando la realidad es cambiante. La clave con los procesos es asegurarse de que sigan siendo relevantes, lo que implica analizar regularmente los flujos de trabajo, identificar si existe saturación de tareas en nodos específicos, eliminar pasos redundantes y adoptar tecnologías o métodos que puedan mejorar la productividad. La cultura de mejora es parte del mindset líquido organizacional. Todos los niveles de la organización están facultados para retar el statu quo y hacer propuestas para optimizar los procesos.
Aprovechar el poder de la tecnología: La tecnología es la expresión potenciadora de la realidad. El aceleracionismo que caracteriza los tiempos líquidos se puede medir a través de cambio tecnológico. No aprovechar ese poder sería un contrasentido, ya que las amenazas que actúan en el entorno lo utilizan constantemente. En el contexto líquido la tecnología es una herramienta para la anticipación, la inteligencia y el análisis de datos e información, y no un fin en sí misma. La clave es que opere On Demand. Debe considerarse como un servicio de alta disponibilidad y seguridad. La tecnología además debe facilitar los procesos de adaptación y resiliencia organizacional.