El fin del régimen será por la implosión de las estructuras de poder

Existe la percepción entre algunos analistas del país, tanto del régimen como de la oposición, que el quiebre final del régimen venezolano viene de la mano de las opciones militares de Colombia y Estados Unidos. Una vez más, las apreciaciones lineales de quienes intentan analizar la realidad con lo que leen en los titulares de la prensa progresista de Estados Unidos, fallan en sus premisas, y por tanto en sus conclusiones.

 

La sobre simplificación de la salida del régimen

En primer término, el quiebre en las estructuras de poder en Venezuela tiene su dinámica propia y lo que ocurra en el vecindario podría influir, pero no determina que a corto plazo el gobierno se derrumbe por efectos directos de Duque o Trump.

La realidad es mucho más compleja y sólo a manera de información, debe remarcarse que las decisiones de intervenir militarmente el territorio no están sujetas a los cálculos políticos del presidente colombiano, quién, por cierto, nunca ha intentado convencer a Trump de desistir en sus intenciones invasivas sobre Venezuela, al contrario, Colombia es un aliado leal del Norte y responderá a las solicitudes que la potencia le haga, porque sabe que contará con todo el apoyo necesario para remover a Maduro y su clan cubano del poder, si ese fuera el desenlace escogido.

Queda claro que una decisión de naturaleza militar se sustenta sobre más elementos que los meros deseos de ponerle fin a la crisis venezolana y si bien, Los Estados Unidos reconoce que no existen planes para una expedición a estos territorios, también han señalado que una operación se puede diseñar en 2 o 3 semanas y su hipotética activación nunca ha sido descartada.

En segundo lugar, la variable subversiva de la guerra popular prolongada tan reverberada por Cuba, luego por Chávez y ahora por Maduro tampoco es el factor que mayormente determina el repliegue de Colombia del escenario militar. Si existe un país en toda la región con experiencia en guerras prolongadas es precisamente Colombia. El caso venezolano, por los momentos, es más afín a los carteles de la droga en México, que a los modelos radicales islámicos en Siria. Nuestra nación hace rato dejó de ser una dictadura convencional para convertirse en una megacorporación del crimen internacional. Es un Estado abierto al delito global, desde la droga, que a decir verdad es un negocio de entry level en el argot criminal, pasando por la explotación y venta indiscriminada de recursos naturales, refugio y soporte para el terrorismo, hasta la disponibilidad del territorio para la instalación de armas rusas, si fuera el caso. Pero no se trata de un tema ideológico guiado por la convicción de algunas cabezas comunistas internacionales, nos referimos aquí a las grandes ligas del pranato atrincherado en defensa de lo único que les queda para negociar; los despojos de soberanía de lo que fue hace ya un tiempo, el país más pujante de América Latina.

Adicionalmente, la guerrilla, los grupos colectivos y los cubanos infiltrados en todo el sistema pueden considerarse como las capas protectoras del modelo, los anillos de seguridad que se han construido los jerarcas para garantizarse sus espacios en el poder. Toda esta estructura, si bien cuenta con independencia operativa, no es autónoma, pues responde a los altos intereses del Estado Criminal dirigido desde La Habana y Miraflores. Algunos plantean que por diseño estas son la primera y última línea de defensa de la revolución, pero en realidad, ya no es así. En los años de Maduro todo ha trasmutado hacia relaciones más transaccionales de custodia y defensa del régimen, dejando de lado el proyecto ideológico bolivariano. Maduro y su camarilla han privilegiado la formación de grupos armados populares sobre el fortalecimiento del ejército regular, pues saben que desde allí puede surgir la fuerza que los destrone del poder, como ya ha ocurrido al menos en dos oportunidades en 2018, con intentos fallidos desde un sector de la FAN.

Vale este rodeo aclaratorio para regresar al núcleo del asunto; creer que la posibilidad de quiebre del régimen está agotada porque las fuerzas militares de la región han desistido de actuar y, por tanto, no queda otra alternativa que aceptar un diálogo de negociación en unos términos favorables a Maduro, que incluyan elecciones más o menos limpias y exilios dorados para los jerarcas del Estado Criminal, es caer de nuevo en la más simple lógica de la extrapolación lineal, producto de quien no entiende o no le conviene entender la complejidad del momento.

No dudo que muchos personajes del régimen, así como enchufados que se han lucrado groseramente de las dos décadas de perversión chavista estén deseando salidas mágicas que los pongan por debajo del radar y le construyan salvoconductos a Madrid o Miami, o peor aún, dejarlo todo más o menos igual aquí dentro, cambiando algunas caras y abriendo un poco la economía. Pero la realidad es que el drama venezolano ya ha traspasado tantas líneas rojas que no existe manera de pasar la página, al menos para la institucionalidad y la justicia en el mundo democrático. Simplemente, no existe un pañuelo tan grande o una nariz tan disfuncional para pretender que lo vivido fue sólo un accidente doloroso.

 

El fin de la guerra fría en el Estado Criminal

El modelo de Estado Criminal diseñado desde Cuba y ejecutado por el chavismo – madurismo no vive sus mejores días. Como en toda organización delictiva cuando escasean los recursos se incrementan las fricciones. Desde hace mucho el ideal revolucionario dejó de ser el factor cohesivo para el clan gobernante, ahora, las razones son de supervivencia.

Tanto Cabello como Maduro siendo los máximos exponentes del sistema instalado saben que sus márgenes de libertad son mínimos fuera de las fronteras, de allí que lo más importante sea defender a cualquier precio el poder.

Las iniciativas recientes y bien manejadas desde Miraflores orientadas a allanar el camino de Maduro hacia su cuestionada toma de posesión el 10 de enero de 2019, a través de un diálogo con una fracción de la oposición y en las que se involucrarían el gobierno español, el Vaticano y hasta algunos sectores políticos de Estados Unidos no son bien vistas por los sectores controlados por Cabello.

Entre estos dos personajes ya todo es excluyente, lo que podría favorecer a uno perjudicaría al otro, de allí que un diálogo internacional donde se ofrezcan condiciones y apertura es asumido por el actual presidente de la ANC como una amenaza, pues se convertiría en una ficha de cambio y salvación ante el eventual naufragio de Maduro.

Frente a esta nueva realidad, DC ha decidido dejar bien claro que en la revolución todos se salvan o todos se hunden, por lo que salidas intermedias que impliquen sacrificios de figuras emblemáticas no serían toleradas, lo que reduce sensiblemente el margen de libertad del régimen para negociar tanto interna como externamente.

Lo que resulta cada vez más evidente es que la inviabilidad del régimen a corto plazo está presionando casi a nivel de la desesperación a las facciones internas de la cúpula gobernante, pues entienden que el espectro de opciones es mínimo y el tiempo comienza a jugar en contra.

En el pasado Nicolás Maduro y Diosdado Cabello han operado como dos bandos en tensión de una guerra fría a la venezolana, midiendo sus riesgos, pero también sus oportunidades, lo que había facilitado que llegaran a acuerdos operativos en función de sus altos intereses comunes.

Este frágil equilibrio que comienza a degradarse marca una nueva dinámica en el país y que esta vez pudiera convertirse en un movimiento terminal. La comunidad internacional está alerta a esta potencial implosión ya que significaría una salida “inesperada” a la crisis forzada por la ineludible realidad entre los factores de poder.

 

Es el momento del quiebre

El quiebre de las estructuras de poder debe entenderse como la conjunción de fuerzas internas y externas alineadas para desmontar los hilos que lo sustentan y provocar primero el colapso y luego la implosión. El quiebre trabaja en dos direcciones; por una parte, acelerando las fracturas entre las facciones que regentan el poder y por la otra, elevando el costo de aquellos que pretendan seguir acompañando a Maduro en su desenfreno totalitario.

Esta conjunción de fuerzas está muy cerca de alcanzarse si el liderazgo político, militar e internacional lo entienden y asumen como el punto crítico para actuar definitivamente sobre la estructura criminal que gobierna el país.

Los síntomas de agotamiento del modelo revolucionario bolivariano son más que evidentes y la comunidad internacional luego de tanto tiempo ha entendido la magnitud de la amenaza que representa Maduro y su régimen para la paz y la estabilidad regional. Quedan, sin embargo, varias tareas pendientes:

Liderazgo y ciudadanos identificado con el quiebre: la estrategia de la unidad nunca ha estado alineada a la acumulación de fuerzas para provocar la ruptura por la vía de la presión popular, al contrario, ha funcionado como amortiguador para atenuar los impactos sobre el régimen. Han surgido, sin embargo, posiciones de coraje que no solo han decidido retar el juego apaciguador de un sector de la oposición, sino que desenmascarado la naturaleza verdadera del Estado Criminal. A partir de allí, germina un poderoso movimiento con una estrategia sencilla pero que capitaliza el poder de más del 80% del país que no soporta el peso de la realidad y demanda un cambio inmediato. Este liderazgo que ha asumido la bandera del cambio urgente aun no acumula masa y energía para llegar al punto crítico, aunque progresivamente se acerca a él, requiere superar la brecha que ha cavado la represión sistemática y la dominación social del modelo madurista. En tal sentido, lo más conveniente sería aglutinar voluntades alrededor de la agenda política de la ruptura y convocar una nueva unidad para declarar un ultimátum al poder. Desde esta perspectiva, la activación popular cobraría renovados ánimos de lucha, esta vez con la experiencia acumulada y aterrizada con los fracasos del pasado.

El coraje institucional de los cuadros medios y bajos de la FAN: dentro de la Fuerza Armada venezolana ya existe un quiebre de facto. Los altos mandos representados en cientos de generales y almirantes son rechazados por oficiales superiores y subalternos en todas las estructuras del poder militar. Lo que está planteado, por tanto, es que los efectivos comprometidos con la institucionalidad y en pleno ejercicio constitucional, haciendo cumplir los artículos que garantizan la restauración plena de la democracia y utilizando además el referéndum del 16 julio de 2017 como sustento popular, exijan la dimisión del presidente de la república y faciliten la conformación de un gobierno civil de transición. Esta acción de beligerancia política debería ser la última y definitiva de la FAN, para luego volver a su función natural de protección y defensa de la soberanía, donde tanta falta hace.

El reconocimiento internacional de los principales gobiernos extranjeros: con la acción simultánea de lo político y militar institucional, los gobiernos del Grupo de Lima y la Unión Europea acompañarán la exigencia de renuncia inmediata de Maduro y se régimen. Esta demanda de la comunidad internacional implicará la activación de sanciones aún más severas de las ya aplicadas, en caso de ignorar el reclamo.

Un gobierno y programa de transición y reconstrucción de la democracia: el liderazgo político del quiebre y las naciones patrocinantes acordarán un gobierno de transición y un conjunto de medidas de orden social, económico, político y de seguridad para facilitar el restablecimiento del orden constitucional en el país. En relación con el programa de la transición existen varias propuestas disponibles y múltiples voluntades para trabajar por el país. Quienes señalan que no se cuentan con planes post maduristas se equivocan, venezolanos dentro y fuera han trabajado para conseguirle fórmulas de salida y reconstrucción al drama que vivimos.

La estrategia del quiebre apenas delineada en este texto demanda valentía, alineación y sincronización de las fuerzas. Volviendo al principio, el régimen se debilita, pero si no hacemos la tarea conseguirá resquicios para sostenerse. Como conclusión bastaría con decir que cuando el país sienta que el quiebre es inminente e irreversible, entonces tendremos materializada e inspirada por los vientos de libertad la más grande unidad que jamás hayamos visto.

@seguritips

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