Sólo es necesario que usted forme parte de una organización para que sea dueño de una cuota de sus riesgos.
Cuando se establece un sistema de gerencia de riesgos en empresas u organizaciones se crea al mismo tiempo un ambiente particular en el cual, a cada quien, le corresponde su fracción, y no como algunos suponen, que la responsabilidad es exclusiva del gerente de riesgos.
Comencemos por entender que el Gerente de Riesgos (Chief Risk Officer) no es dueño de todos los riesgos de la organización, su función principal es velar por el proceso, es decir, estar a cargo de la infraestructura de recolección de la información, determinar probabilidades e impactos, establecer las respuestas necesarias, identificar las causas raíz y reportar adecuada y oportunamente a la dirección de la organización. Mientras tanto, cada empleado o colaborador que desarrolle una tarea dentro del ecosistema le corresponde asumir la “propiedad” de los riesgos inherentes a su posición.
Pongamos el ejemplo de una línea aérea. Allí, los pilotos y copilotos de las aeronaves tienen una de las cuotas más altas en la propiedad de los riesgos; comenzando por estar en la primera línea de atención a los clientes, pasando por supervisar las condiciones técnicas de los equipos a su cargo, y por supuesto, la operación de los aviones y la vida de cientos de pasajeros y las tripulaciones que confían en ellos para trasladarse de un sitio a otro. De la misma forma, los operadores aeroportuarios, el personal de tierra, los ingenieros, técnicos, mecánicos y hasta quienes hacen la revisión de la documentación en los mostradores son responsables y dueños de su parte, que sumadas, se configuran en el universo de riesgos de la organización.
Visto así, resulta muy evidente que es indispensable un sistema para la gerencia de los riesgos, y que el CRO, al frente de toda esta estructura debe poseer las capacidades para integrar las partes, a fin de desarrollar estrategias que coloquen a los riesgos en niveles tolerables, además de establecer acciones de contención o mitigación, según sea el caso.
Uno de los retos del CRO que más demanda conciencia y maduración organizacional es, precisamente, crear el ambiente en el cual sus miembros asuman que cada función trae consigo sus riesgos asociados e indelegables, y que en ocasiones pudieran no parecer acordes con la jerarquía o la remuneración. Es el caso del personal de base sobre quienes reposa la continuidad operativa, la seguridad, el mantenimiento o la calidad de productos y servicios que consumimos a diario, y que, de no ocurrir según estándares mínimos, los negocios serían inviables.
Al final, para los sistemas de gestión de riesgos poco importa si usted es el piloto de la aeronave, quien carga y descarga el equipaje o los que suministran el combustible, todos son dueños de sus riesgos y deben asumirlos con la conciencia de lo que ello implica. En este sentido, el objetivo del CRO es ser el custodio del sistema, pero no sólo como un policía que multa o reprime a quien se equivoca, sino como un maestro que enseña y premia a quienes lo hacen bien y atienden proactivamente los riesgos a su cargo.