El 23 de junio de 1963 en una breve visita de ocho horas a Berlín, John F. Kennedy pronunció un discurso memorable. Sus palabras llenas de sentido sacaron lágrimas a muchos berlineses que lo siguieron: «La Libertad tiene muchas dificultades y la democracia no es perfecta, pero nunca hemos tenido que levantar un muro para retener a nuestro pueblo dentro, impidiendo así que abandone nuestra causa».
Este 13 de agosto se cumplieron 60 años del inicio de la construcción del Muro de Berlín. Esta no era una pared convencional; el Muro de Berlín tenía como objetivo detener a aquellos que intentaban escapar de la República Democrática Alemana. Estaba concebido como en una cárcel, con sus protecciones por la cara interna.
El Muro fue producto de un proceso progresivo e indetenible que se mantuvo hasta días antes de su caída, el nueve de noviembre de 1989. Con una alambrada de púas que casi de un día para otro, separó a Berlín en dos, y que en la medida que se mostraba inefectiva para detener a los desesperados alemanes que intentaban atravesarla, se reforzaba con nuevos elementos hasta alcanzar una sofisticada infraestructura de 46 kilómetros en su segmento urbano, que seccionaba la ciudad, con tres alambradas eléctricas dotadas de dispositivos de alarma, una senda iluminada de arena para observar las huellas que dejaban los que trataran de cruzarla, con más de 300 torres de observación, 250 rutas para perros guardianes y en algunos sectores, camas de clavos para impedir el paso peatonal.
Adicionalmente, el muro tenía una vía pavimentada que servía para patrullar todo su perímetro. En algunas épocas, la estructura llegó a contar con 11.000 soldados y guardias de custodia. A principio de 1980, el muro estaba equipado con micrófonos subterráneos que permitían detectar excavaciones debajo de sus fundaciones y tenía equipos de rayos X para examinar los carros que pasaban por los puntos de control, con el fin de identificar posibles intrusos dentro de los vehículos.
Entre 1982 y 1988 menos de 10 personas por año lograban escapar de Alemania del Este a través del muro. En toda su historia, se estima que 5043 personas lograron violar su seguridad y traspasaron de la Alemania del Este a la del Oeste, mientras que 136 murieron en el intento. El gobierno de la RDA sentenció a 60 mil personas por intentar huir de la república o simplemente por planificar su escape.
El Muro de Berlín es el símbolo más grande de la guerra fría y las tensiones que vivió el mundo entre el Este y el Oeste en las décadas posteriores a la 2da Guerra Mundial, y hasta su caída en 1989.
En estas líneas no solo deseo conmemorar la caída, quisiera hacer énfasis en lo inútil que resulta la seguridad cuando sus propósitos son opuestos a la naturaleza humana. El muro, además de ser una ineficiente y costosa barrera de protección, se convirtió en un cerco a la libertad de los ciudadanos, que, viendo a su país separado por la política, arriesgaban sus vidas intentando cruzar la ficticia frontera. El régimen comunista justificó su construcción argumentando que se trataba de un límite para el fascismo que pretendía imponer su cultura de guerra sobre las naciones del Este. Durante 28 años el muro dividió físicamente a los alemanes y después de su caída, muchos siguen prisioneros detrás las alambradas ideológicas marxistas.
Aún en la Berlín actual quedan vestigios importantes del muro. Hoy, se han convertido en una enorme galería de arte callejero que expresa con intensidad la necesidad humana de abrir espacios y escapar a la libertad.
No fue por casualidad que Jean François Revel, filósofo y periodista francés señaló que “Lo que marca el fracaso del comunismo no es la caída del Muro de Berlín, en 1989, sino su construcción en 1961. Era la prueba de que el socialismo real había alcanzado un grado de descomposición tal que se veía obligado a encerrar a los que querían salir para impedirles huir.”
@seguritips